Eddy Mitchell acaba de publicar un nuevo disco en Francia.
Se trata de un recopilatorio de grandes éxitos revisados a dúo con otros intérpretes de su generación, entre los que Mr. Eddy se jacta de contar con buenos amigos, y algunos más jóvenes. Pero aunque es fácil enarcar la ceja ante este tipo de productos, no se trata de un artefacto sospechoso. No es una colección de colaboraciones forzadas y sin sentido para vender por enésima vez las mismas canciones. Proyectos parecidos suelen dar como resultado monstruos de Frankenstein a los que se les ven demasiado los costurones. No es el caso.
Lo que Eddy Mitchell ha propiciado es una reunión de camaradas. De viejos camaradas. Además de contar con Johnny Hallyday y Jacques Dutronc, Eddy ha reclutado a Laurent Voulzy, Arno, Renaud o Christophe. Todo resulta familiar y acogedor, envuelto en los arreglos elegantes a los que Mitchell nos tiene acostumbrados cuando se mueve entre el crooner y el country singer. Una sonoridad perfecta para echar un vistazo hacia atrás y celebrar el camino recorrido, admirarse de la polvareda que han levantado a su paso y afrontar lo que queda de viaje.
De ahí el título: «La même tribu». La misma tribu, la tribu de siempre. Las mismas canciones, con voces parecidas a las de aquellos muchachos que fueron y que ahora exhiben profundas huellas y cicatrices en la piel. Algunos son septuagenarios, pero en Francia quieren y respetan a sus artistas. Les permiten (o quizá les exigen) envejecer sobre el escenario. Toleran las arrugas y admiten que la voz no sea ya tan fresca como la que tenían el siglo anterior. En Francia no se empeñan en jubilar a sus artistas cuando más tienen que decir. Cuando sus miradas, algunas cansadas ya, y los pliegues de sus voces, significan tanto como las propias palabras. La síntesis de una existencia. La suya y la nuestra.
Charles Bradley, que interpreta Otis en el álbum, falleció el 23 de septiembre de 2017. La misma tribu, la tribu de siempre, ya no lo es. Nunca podrá volver a serlo.
Además, la publicación de este disco coincide con un momento de gran incertidumbre. De dudas, rumores e inquietud. Johnny Hallyday está enfermo y acaba de pasar una semana hospitalizado por una insuficiencia respiratoria. Los medios elucubran, los carniceros afilan sus utensilios, los admiradores se desesperan y el entorno del artista guarda silencio.
Johnny Hallyday lleva casi un año bajo tratamiento contra un cáncer de pulmón, aunque durante el verano sacó adelante una gira conjunta con, precisamente, Eddy Mitchell y Jacques Dutronc. Como una suerte de Rat Pack y bajo el nombre de «Les Vieilles Canailles» (en homenaje a la canción de Serge Gainsbourg) ofrecieron un repertorio trenzado con sus respectivos clásicos. No era la primera vez que lo hacían. En 2014 el experimento ya fue un éxito, pero de ninguna de las dos tournées se ha editado registro de audio o vídeo.
Sin embargo, es sencillo encontrar en la red grabaciones de aficionados que permiten comparar las dos ocasiones en las que Hallyday, Mitchell y Dutronc se han calado los sombreros de viejos canallas. En 2014, el líder indiscutible del trío era Johnny Hallyday. No podía ser de otra forma. Su voz siempre ha sido la más potente: conocida es su versatilidad para saltar del rock and roll al blues, o para alcanzar exigencias líricas. Su presencia física en el escenario también ha sido la más impactante de los tres. A lo largo de su carrera ha lucido verdaderas extravagancias bajo escenografías de delirio; pero en la distancia corta, sobre las tablas de un teatro o en salas de pequeño aforo, es innegable que su magnetismo no precisa de efectos. Sin embargo, este verano de 2017 era fácil advertir que Johnny cedía espacio a Eddy y Jacques. Sus amigos, pendientes de él durante el espectáculo, también ocupaban taburetes para disimular la querencia de Johnny por el suyo, presente durante toda la gira. Cierta debilidad y deterioro por la enfermedad y el tratamiento empezaban a evidenciarse. Cuando alguna noche encontraba el momento para dar golpes de cadera en Excuse moi partenaire, el público reconocía el esfuerzo con aplausos. Su cabellera rubia, la perilla apuntada y la mirada transparente parecían las de siempre; pero su paso vacilante, la espalda algo vencida y el rugido fatigado acentuaban sus trazas de león viejo. Que retrocede, que se hace a un lado. La última noche de la gira, el 5 de julio de 2017 en el teatro de la Cité Mediévale de Carcasonne, recibió en el escenario a sus hijas Jade y Joy durante la canción que cerraba el show, Toute la musique que j’aime. El momento fue casi inadvertido, pero Johnny trastabilló y Jade lo sostuvo exagerando un gesto de afecto.
En el último medio año los músicos de Johnny (con Yarol Popaud al frente) han fabricado un disco de homenaje con versiones de sus mayores éxitos. Participan en el homenaje Benjamin Biolay, Florent Pagny, Patrick Bruel o Calogero. Se ha publicado este 17 de noviembre, el mismo día que La mème tribu de Eddy Mitchell, con el título On a tous quelque chose de Johnny (que evoca su clásico de 1985 Quelque chose de Tennessee).
Un disco tributo y un disco entre amigos, la misma semana en la que saltan las alarmas por la hospitalización de Johnny Hallyday en París. Una de esas coincidencias que no favorecen la despreocupación ni el alivio.
El más apetecible, desde luego, es el que ofrece la reunión en torno a Eddy Mitchell, donde Johnny Hallyday participa en el tema que da título al álbum y en C’est un rocker. La même tribu ha aparecido, como suele ser habitual en Francia, en diferentes formatos (a cada cual más lujoso):
- CD versión standard con 14 temas
- Libro disco con CD y DVD (ver presentación debajo)
- Single 45 rpm, versión standard
- Single 45rpm, en edición limitada con vinilo de color naranja (ver presentación debajo)
- Doble vinilo versión standard
- Doble vinilo (33rpm) de color rojo + litografía en edición limitada (ver presentación debajo)
- Cofre de coleccionista (limitado a 1000 copias) con doble vinilo (33rpm) de color naranja, CD, DVD, litografía, baraja de naipes y bolsa






La portada del álbum es de las que merece ser disfrutada a buen tamaño, siendo lo ideal admirarla sobre la carpeta de un vinilo. La magnífica ilustración de Ralph Meyer muestra un saloon del viejo oeste, en la tradición del cómic franco-belga que tanto gusta a Eddy Mitchell.
Los invitados a participar en el disco y el propio Eddy Mitchell aparecen caricaturizados entre la selecta parroquia del local. Así, reconocemos a Eddy atendiendo la barra, a Arno liando un cigarro en la misma mesa donde juegan Renaud y Sanseverino, a Alain Souchon con una jarra de cerveza o a Christophe con aspecto de gunfighter aventajado. A su lado, el desaparecido Charles Bradley levanta un dedo reclamando la atención del barman. Una última copa, quizá, antes de abandonar el saloon para siempre. De dejar la tribu.
Irresistiblemente, la vista se siente atraída por la mesa que aparece a la izquierda. La ocupan los otros dos viejos canallas. Jacques Dutronc sujeta su eterno cigarro con una sonrisa esquinada de tahúr. No necesita mirar sus cartas para saber que su mano es ganadora y que las torres de fichas que acumula seguirán creciendo.
Johnny Hallyday observa, con su mirada y perfil de león viejo, los naipes que le han tocado en suerte. Delante de él solo hay dos fichas y parece jugar su última partida.
El simbolismo casi hace daño.
