En mayo de 2017 llegó al Musseu del Disseny de Barcelona la muestra David Bowie Is.
Ya había hecho escala antes en otras ocho ciudades y alcanzado el hito de ser la producción más visitada en toda la historia del Victoria & Albert Museum de Londres. Hasta el 15 de octubre se pudo disfrutar en Barcelona de una inmensa colección de objetos directamente relacionados con David Bowie: instrumentos, partituras y letras manuscritas, portadas y fotografías, objetos personales, pinturas y, sobre todo, vestuario que el artista lució sobre el escenario en sus actuaciones. Parte de las piezas expuestas han quedado recogidas en un excepcional programa/catálogo llamado David Bowie Is Inside.
Aunque no es la idea de anaquelesabarrotados hablar desde la primera persona ni compartir de forma tan directa experiencias íntimas, siempre hay ocasiones, lugares, objetos o compañías especiales. Y cierto 10 de agosto (de 2017) la ocasión, el lugar, el objeto y (desde luego) la compañía, tenían ese carácter.

10 de enero de 2016: ¿dónde estabas tú?
Hay acontecimientos de cierto impacto que se recuerdan asociados al lugar donde uno se hallaba cuando ocurrieron, o a lo que estaba haciendo en ese preciso momento. Para algunos, el instante de conocer la noticia de la muerte de David Bowie es uno de ellos.
Yo volvía a casa, sin prisa, por una avenida céntrica de mi ciudad. Venía de acompañar a una persona muy especial (imprescindible) hasta el entorno de su nuevo lugar de trabajo que estrenaba ese mismo día. Cuando nos separamos, aunque realmente ya no lo fuera, creíamos que todavía habitábamos un mundo con Bowie. Y en nuestra ignorancia, todo estaba bien.
Fue esa misma persona quien me llamó diez minutos después, desde una cafetería en la que había tenido que hacer tiempo hasta que abriera el centro, para decirme que acababa de ver en las noticias que David Bowie había muerto. Así, sin más. La avenida, que no estaba muy concurrida aunque quizá fuera porque en las mañanas de enero las calles siempre parecen algo vacías, se quedó desierta. Congelada a mi alrededor. Elegí un banco para sentarme bajo los castaños. De repente, todo estaba mal.
Dos días antes, coincidiendo con su cumpleaños el 8 de enero, Bowie había publicado un nuevo LP: Blackstar. El primer single, de tan extraña y perturbadora belleza como la simbología del clip que lo desveló en noviembre, era cautivador. El 7 de enero se había estrenado el clip del segundo, Lazarus, que se antojaba su continuación argumental y que terminaba con Bowie recluyéndose en un armario con el mismo traje de la sesión de Station to station (1976), cuando se fotografió trazando el Árbol de La Vida de la Kabbalah.
En solo tres días las piezas encajaban con tal precisión que el torbellino de símbolos y palabras revelaban una despedida tan cuidada, mimada y epatante como lo fue toda la carrera de Bowie. ¡Qué manera de escribir el final de una vida! ¡Qué manera de cerrar un capítulo tan importante de la nuestra!
David Bowie Is. Museu del Disseny de Barcelona, agosto de 2017.
Los objetos que alguien deja detrás son generadores de recuerdos, recuperadores de emociones y verdaderos agitadores de almas. Actúan como huellas que piden ser rastreadas. Si su variedad es tan fastuosa e inabarcable como la que originó y reunió David Bowie, la sensibilidad del espectador cómplice corre peligro. Y el diez de agosto de 2017, delante de las puertas todavía cerradas del Museu del Disseny de Barcelona, mi predisposición me ponía en verdadero riesgo.
Hacía ya unas semanas que me había sumergido en los textos e imágenes del libro David Bowie Is Inside, editado en español en abril de 2017 para actuar como programa de la exposición. Su contenido me generaba grandes expectativas respecto a la muestra de Barcelona. El viaje bien iba a merecer la pena.


Para dar la bienvenida, montado sobre un fondo naranja, un solitario maniquí aislado del resto de la exposición lucía el célebre mono de vinilo «Tokyo Pop» que Kansai Yamamoto diseñó en 1973 para la gira Aladdin Sane. Una primera pieza espectacular y casi al alcance de la mano, sin separadores ni mamparas. La emoción sacó lo peor que uno lleva dentro y, contraviniendo la norma esencial de cualquier exposición, pedí a mi acompañante que me fotografiara cerca de este traje. Estábamos solos, con el museo recién abierto, y la oportunidad lo pedía a gritos. Era de suponer que en cuanto accediéramos a la primera sala de la exposición aparecerían los habituales carteles prohibiendo fotos y filmaciones. Pero hasta allí no habíamos visto ninguno, así que la conciencia podía considerarse tranquila. ¡Y puedo decir que me encanta mi foto ocupando el mismo espacio que el «Tokyo Pop»! Después, móviles y cámara quedaron olvidados en las profundidades abisales del bolso, para dejar que el trabajo de impresión y conservación lo hicieran las retinas.

La primera sala propiamente dicha estaba dedicada a los germinales años londinenses de David Robert Jones, sus grupos de juventud The King-Bees y The Kon-rads, los primeros contratos y sobre todo, a algunos instrumentos ya míticos: su guitarra de doce cuerdas y el saxofón que le regaló su padre con doce años.

David Bowie Is… o los trajes deshabitados que me conmovieron.
Pero fue al salir de esa primera (y prometedora) sala y realizar un breve giro a la izquierda al que obligaba el recorrido marcado por la exposición, cuando recibí el mayor impacto emocional que había tenido en mucho tiempo. La mitomanía nos hace sensibles y la disposición de las piezas en una exposición no es casual. Pero desde luego no esperaba que a los quince minutos de entrar al museo las emociones me hicieran tan mala (o buena, no lo sé) jugada.
There’s a starman waiting in the sky…
Allí había otro maniquí solitario, montado en el centro de un prisma trapezoidal espejado que lo multiplicaba hasta el infinito en varias direcciones. En la pared que quedaba detrás del maniquí se reproducía un vídeo en bucle. En los auriculares Sennheiser facilitados con la entrada se activaba una canción, automáticamente y en perfecta sincronía con el vídeo proyectado en el display. Yo me vine abajo y las lágrimas corrieron, inesperada pero comprensiblemente, hasta unirse bajo la barbilla. Y allí permanecí, trascendiendo dimensiones abrazado a la persona que me acompañaba y, quizá, observado con asombrado disimulo por otros visitantes que se detenían unos pocos segundos delante del mismo objeto que a mi me estaba afectando de semejante forma.
El traje que lucía el maniquí era el famoso dos piezas acolchado de Ziggy Stardust, diseñado por Freddie Buretti, que usó Bowie en su actuación junto a The Spiders from Mars en el Top of The Pops del 14 de abril de 1972. El vídeo proyectado y la canción de los auriculares correspondía a la interpretación de Starman en dicho programa. Nada que hacer para contener las emociones al estar delante de ese mítico traje en su soporte inanimado mientras, detrás, un Bowie de veinticinco años se desentendía de su guitarra azul de doce cuerdas para pasar una y otra vez su brazo sobre el hombro de Mick Ronson y compartir el micrófono. Let the children lose it, let the children use it, let all the children boogie…
Hipnotizado por el espejo multiplicador y la voz como de cuchillo mellado de Bowie, dejamos pasar hasta tres veces el vídeo mientras empapaba un pañuelo. Tuvimos que obligarnos a seguir el recorrido porque me resistía a apartar la vista y el corazón de aquel rincón radiante de felicidad. Porque quería que una vez más Bowie reconociera que necesitaba telefonear a alguien y que me escogió a mi (I had to phone someone so I picked on you… uh, uh..), mientras me miraba a los ojos con su desconcertante anisocoria y me señalaba con su índice juguetón sin dejar lugar a dudas: quería hablar conmigo. Solo conmigo. Y por eso me llamaba a mí. Un momento de comunión privilegiada. De mágico y dichoso egocentrismo.

Después de tal impresión, el recorrido por la muestra se convirtió en un paseo hipnótico entre proyecciones (clips, actuaciones en directo y televisión, fragmentos de películas y documentales…) y fotografías (de Brian Duffy, Terry O’Neill, o Masayoshi Sukita), documentos manuscritos (¡esas hojas de cuaderno con las letras de Rebel, rebel o Heroes! o las tarjetas de Estrategia Oblicua de Brian Eno) que relataban su evolución y proceso creativos, diseños escenográficos, pinturas, sketches y storyboards, ilustraciones para carpetas de discos y programas, objetos personales… Una verdadera antología multidisciplinar para transmitir como Bowie dinamitó convenciones con una individualidad radical inspirada por un amplia diversidad de influencias artísticas y culturales e inspiradora, a su vez, de otros artistas contemporáneos que encuentran en Bowie un incuestionable referente.




Probablemente las piezas más celebradas por su espectacularidad y pertenencia al imaginario colectivo más pop, fueran las muestras de vestuario (incluyendo calzado, tocados y otros complementos). No todos los días puede uno caminar (por citar algunos de los más célebres) entre los monos y bodies de Freddie Burretti para Ziggy Stardust, las inspiraciones samurai y kabuki de Kansai Yamamoto para Aladdin Sane, el abrigo de Alexander McQueen con la Union Jack para la portada de Earthling o las levitas con brocados del mismo diseñador para su gira, el traje azul eléctrico del clip Live on Mars? que incluso Kate Moss envidió, las fedoras del Thin White Duke, los cortes militares de Peter Hall para la gira Serious Moonlight, los conjuntos de dandy de Dior para la gira Heathen, el traje de pierrot para el videoclip Ashes to ashes o el último frac andrajoso de I.C.R. para A Reality Tour…
Precisamente esa última pieza, combinada con una canción muy simbólica, tuvo la culpa de otro bajón catártico en el último tramo de la exposición.



You’re a Rock and Roll suicide…
La última sala resultaba abrumadora. En sus cuatro paredes aparecían dispuestos, albergados en nichos verticales a diferentes alturas como en un ajedrez azaroso, una quincena de trajes que representaban todas las décadas de la carrera de Bowie. La iluminación programada permitía contemplarlos alternativamente mientras se proyectaban y sonaban actuaciones en directo como The Jean Genie o Heroes. En el nivel más bajo, a ras de suelo y cerca de la salida, se encontraba la Supro Dual Tone blanca junto al conjunto de frac andrajoso, vaqueros y baskets con los que Bowie subió al escenario durante su último A Reality Tour.
Delante de mi estaba, pues, el vestuario con el que yo mismo debería haberlo visto en directo en 2004 si su corazón no hubiera empezado a dar avisos obligándole a cancelar el resto de la gira. Hube de conformarme después con verlo en DVD y lamentar, reproducción tras reproducción, su retiro escénico en un momento de forma vocal y aspecto físico espléndidos. Aquel retiro súbito me lo volvió imposible e inalcanzable hasta que en 2013 apareció The next day, que supuso un rayo de esperanza (probablemente de purpurina roja y azul) que no llegó a ser.
Mi acompañante y yo nos sentamos en un puff cuadrado que nos permitía abarcar con la vista toda la última y vasta sala, para dejar pasar el bucle completo de proyecciones y audios y dar fin a la visita que ya duraba casi seis horas. Mi mirada volvía recurrentemente hacia el frac andrajoso de A Reality Tour que quedaba en la esquina opuesta, lamentando la irrecuperable oportunidad perdida. Además, un pequeño detalle (fruto, quizá, de una mitomanía exacerbada), un error que me resultaba imperdonable, me tenía agitado: Bowie cuidaba hasta el más mínimo detalle y, en todos los registros visuales de A Reality Tour, el extremo del cinturón de aquel conjunto aparece colgando fuera de su trabilla e incluso, a veces, sin ser atravesado por el pasador de la hebilla. Sin embargo, quien montó aquel último maniquí lo hizo colocando el cinturón de forma convencional, perfectamente hebillado y sujeto en su trabilla. Aquella traición a la decisión estética de Bowie me irritaba tanto como me entristecía.
Entonces, entre las paredes enrojecidas por la proyección empezó a sonar, atronadora, Rock and Roll Suicide. La versión en directo en el Hammersmith Odeon de Londres en julio de 1973, justo después del inesperado anuncio de que aquella sería la última actuación de Ziggy Stardust and The Spiders from Mars. La batería de Mick Woodmansey alteraba la rutina de cualquier corazón y reverberaba contra el mobiliario de la sala sacudiendo afectos y devociones. Ziggy cantaba you’re too old to lose it, too young to choose it… And the clock waits so patiently on your song.
Todo encajaba otra vez y las lágrimas volvieron a fluir. Por la canción. Por aquel traje sin habitante. Por ese cinturón atrapado. Por todo lo que ya no habría de ser.

David Bowie Is Inside. El catálogo de la muestra del V&A Museum
David Bowie Is Inside es un tomo único de gran formato (31,5 x 24,5 centímetros) y aproximadamente dos kilos de peso, cosido en encuadernación de tapa dura y lomo de tela. Publicado por Malpaso Ediciones (primera de Abril de 2017) dentro de la colección Cultura Popular.
En sus 320 páginas podemos encontrar más de trescientas ilustraciones que reproducen piezas o imágenes incluidas en la muestra David Bowie Is del Victoria & Albert Museum, exhaustivamente identificadas, fechadas y acreditadas.
También encontramos extensos textos (detallados y eruditos) que analizan la vida y obra de Bowie y que vertebran el volumen:
- David Bowie es lo que sigue. Prefacio de Martin Roth (Director del Victoria & Albert Museum de Londres)
- Prólogo de los comisarios. Por Victoria Broackes (comisaria de arte y jefa de exposiciones del departamento de Teatro y Artes Escénicas del Victoria & Albert Museum) y Geoffrey Marsh (comisario de arte y director del departamento de Teatro y Artes Escénicas del Victoria & Albert Museum).
- El astronauta de los espacios interiores. Sundridge Park, Soho, Londres… Marte. Por Geoffrey Marsh (comisario de arte y director del departamento de Teatro y Artes Escénicas del Victoria & Albert Museum).
- El teatro del género. David Bowie en el clímax de la revolución sexual. Por Camille Paglia (crítica social, intelectual, escritora y profesora estadounidense, profesora de humanidades y de estudios sobre medios de comunicación en la Universidad de las Artes de Filadelfia).
- Oh! You pretty things. Por John Savage (escritor, locutor y periodista musical inglés, autor de England’s dreaming).
- Apagar un fuego con gasolina. Diseñando a David Bowie. Por Victoria Broackes (comisaria de arte y jefa de exposiciones del departamento de Teatro y Artes Escénicas del Victoria & Albert Museum).
- La música. «Lucky old sun is in my sky…» Por Howard Goodall (compositor inglés de musicales, obras corales y piezas para televisión).
- We are the good squad. Bowie, el estilo y el poder de las carátulas (1967-1983). Por Christopher Breward (Experto británico en Historia del Arte)
- Changes. La historia de su vida. Por Oriole Cullen (curadora de Modern Textiles and Fashion en el Victoria & Albert Museum de Londres).
- David Bowie entonces… David Bowie siempre… Por Christopher Frayling (pedagogo y escritor británico especializado en el estudio de la cultura popular), Philip Hoare (ensayista y periodista inglés) y Mark Kermode (crítico de cine y televisión inglés).
- David Bowie es fotográfico. Por Nicholas Coleridge (Presidente del Victoria & Albert Museum de Londres desde 2015).
- David Bowie traza nuevos territorios. Plano del Soho londinense que señala hasta veinte ubicaciones clave asociados a Bowie, algunos ya inexistentes.
- David Bowie. Referencias
- Agradecimientos y créditos de las imágenes
- David Bowie indexado.
La traducción de los textos es de Ezequiel Martínez Llorente.


A continuación, algunos souvenirs recopilados durante la visita a la muestra David Bowie Is en el Museu del Disseny de Barcelona y que contribuyeron a que, como debe ser, los anaqueles siguieran abarrotándose.




