Igual que la red de arrugas que la experiencia va imprimiendo en un rostro, los pliegues del empeine de unas botas son el mapa de un territorio vital. No conviene disimularlas porque definen personalidades únicas. Y las botas que Nat Simons luce sobre el escenario son evidencia de un largo recorrido. Los roces en el filo de las suelas hablan de un camino, de un viaje de búsqueda que llevó a su propietaria hasta los bosques de Carolina del Norte para trabajar mano a mano con Gary Louris (de The Jayhawks, ese gran grupo que quizá llegó un par de décadas tarde) para facturar su último disco, Lights.
Lights llega después de Home on high (2013), Trouble man (EP de 2015) y de su colaboración en el western Stop over in hell (Víctor Matellano, 2017), que le valió una nominación al Goya a mejor canción original por Sometimes. No es poco camino para esta madrileña nacida en el 85 que, con su nuevo disco, ha consolidado su estatus de notable representante del sonido americana de nuestro país.
Nat Simons Lights Tour. Espacio musical Las Armas. Zaragoza, 4 de mayo de 2018
Es curioso presenciar ese momento en el que, durante un concierto, algo hace «click» y el público se rinde a los músicos que ocupan el escenario. Anoche en Zaragoza el recibimiento a Nat Simons y su banda fue algo tímido, con aplausos más corteses que apasionados, aunque expectantes. El concierto arrancó con You just can’t imagine (del álbum Lights) y ya la querencia del público se invirtió: era mejor posicionarse cerca del escenario que de la barra del fondo. Con el segundo tema, You treat me cruel (del EP Trouble man), el ambiente honkytonk impregnó al público que (aunque en ocasiones pueda resultar algo molesto también es prueba de interés y voluntad de revivir lo disfrutado) empezó a desenfundar sus móviles para llevarse una imagen o un video del espectáculo. El equilibrado sonido de instrumentos y voces ayudaba a sumergirse en la ruta por la que Nat Simons estaba dispuesta a guiarnos entre el folk y el blues, entre el country y el rock.
La voz y presencia de Nat Simons es delicada y dulce, solo en apariencia frágil, pero también muy enérgica y contagiadora. Incluso en sus composiciones más reposadas tiene un punto de potencia que embelesa mientras uno se pregunta por qué no puede apartar la mirada de su rostro enmarcado por media melena negra y un sombrero también negro. Lo demostró en The way it is y Happiness (quizá los temas más próximos al sonido Jayhawks de Gary Louris) que llegaron casi seguidos en el setlist. Antes de abordar Golden feather, donde Elena (hermana de Nat) parece invocar al Gran Espíritu, Wakan-tanka, a golpe de tambor), Nat explicó que la canción es un homenaje al jefe sioux Toro Sentado (Sitting Bull) y su victoria en la (tan triste y trágica como épica y legendaria) batalla del río Big Horn.
La ensoñación cautivadora siguió con la delicada Another coffee and cigarette day (apertura del disco Home on high) donde su voz destacó arrebatadora; la crepuscular y nostálgica Endless summer road (esos amores y veranos que se recuerdan con cariño y sensación de irrecuperabilidad), y con la impecable Desire, donde la sensualidad de Elena (a la izquierda de Nat) captó la atención del público: eso es flow.
Entre Endless summer road y Desire, como para agitarnos por los hombros y sacarnos de la exquisita alucinación, intercaló People: enérgica, potente y tan intensa que el sombrero de Nat Simons voló para acomodarse entre los cables que cruzaban el escenario para quedar olvidado allí casi el resto del concierto.
Cruzado el ecuador del show llegó un hermoso ritual: Nat compartió con su banda un vaso de Jack Daniel’s. Una comunión con bourbon entre front(wo)man y músicos para introducir la bellísima Crazy for you, interpretada vaso en mano. ¿Qué decir de una artista que reúne en una sola canción referencias a Tom Petty, Jace Everett y David Bowie? Fue también el momento ideal para mencionar una sorprendente noticia que hemos conocido estos días: Bob Dylan ha lanzado su propia marca de whisky, Heaven’s door, que esperamos esté a la altura de la mítica canción que le da nombre.
La recta final del set principal llegó con Into the woods, que nos transporta a esos bosques inabarcables, misteriosos y habitados por espíritus propios del territorio donde fue grabado el disco Lights. Antes de No one compares (con la que abandonó el escenario), Nat Simons conjuró de nuevo al queridísimo Tom Petty para regalarnos su magnífica, respetuosa y admirada versión del clásico Learning to fly.
Un breve instante detrás del escenario para «dejarse querer» mientras el público pedía «otra, otra, otra», y Nat Simons volvió sola con su guitarra y una versión de Piedras y flores de Quique González, el único tema de la noche en nuestro idioma, y al que la banda se incorporó después para culminarlo.
El fin de fiesta, porque eso es precisamente lo que terminó siendo el primer concierto de Nat Simons en la ciudad que (me da la impresión) ya la ha adoptado y donde ha encontrado a Big Star Music, llegó (armónica al cuello) con una extática Ain’t no blues de su álbum Home on high. Era de esperar que el maestro Dylan no iba a quedarse en una mera mención a su nuevo whisky y que este guiño a su sonido y maneras era imprescindible. Un cierre con ritmo de locomotora para terminar de encandilar al público, que aplaudió y bailó en un trance a caballo entre la felicidad y la añoranza de sendas musicales que parecían haberse perdido.
Las composiciones de Nat Simons brillaron tan luminosas cuando la banda las arropaba, como cuando su voz sonaba más desnuda. Y eso es decir mucho de una artista que, en teoría (solo en teoría), está todavía en camino hacia la madurez. Si esto es lo que es capaz de ofrecer con su segundo álbum, solo podemos decir una cosa: vuelva cuando guste pero que, por favor, sea pronto. Y si no, tampoco sería un mal plan salir a su encuentro en las próximas paradas del Lights Tour.
Durante este año, además de sus presentaciones propias, Nat Simons viajará con Loquillo abriendo varios de sus conciertos veraniegos y también los que conformarán su gira de celebración de 40 aniversario. No es casual que el propio Loquillo lleve años presumiendo de saber rodearse de los mejores.
Es cuestión de no perderle la pista…
Si tus botas buscan libertad bajo cielos inmensos… Si ves la vida como una recta desdibujada a través del desierto o llena de curvas bajo la cúpula de un bosque interminable… Si conoces la épica de arcenes, bares y hoteles…
Entonces te gusta Nat Simons y te gusta Lights. Sin duda.
¡Gracias por la simpatía y esta foto con el pequeño Stitch («on Elvis outfit») que preside «anaquelesabarrotados»!