Navarra Sur Festival: Loquillo y la épica del rock bajo la lluvia

Viernes 1 de junio de 2018. La primera jornada del «Navarra Sur Festival» en Tudela contó con un recurso escenográfico que, aun no siendo inesperado, tampoco fue precisamente bienvenido: una tormenta con importante aparato eléctrico. La meteorología respetó a los dos primeros grupos de la noche (Los Moths y Rufus T. Firefly), pero durante la actuación de Loquillo y su banda una lluvia recia y obstinada obligó a la mayoría del público a protegerse con chubasquero y paraguas. Y decimos «la mayoría» porque algunos fans de primera fila decidieron cerrarlos y disfrutar el show con las manos libres y sin obstáculos que dificultaran la visión, los bailes o los saltos de celebración, entendiendo y viviendo el aguacero, los truenos y los relámpagos como parte del espectáculo.

Las noches de rock y tormenta se recuerdan de forma especial. Hay ejemplos que han pasado a la historia por ese mal recibido visitante que es la lluvia pero que, si quien ocupa el escenario se maneja con sabiduría y hace cómplice al público, termina sorprendentemente calentando aún más los corazones: aquellos días de «paz y amor» en Woodstock en el ’69, el ya mítico show de The Rolling Stones en julio de 1982 en el Vicente Calderón (sí, ese en el que todo el mundo asegura haber estado), los enormes espectáculos de Johnny Hallyday en el Stade de France en septiembre de 1998, el intermedio a cargo de Prince en la final de la SuperBowl en Miami en 2007 o, imborrable recuerdo personal, aquel diluvio sobre Donosti durante la actuación (de principio a fin) de Bruce Springsteen y The E Street Band en Anoeta en junio de 2012.

Quizá en las condiciones que se dieron anoche en Tudela lo «fácil» (hay quien piensa que debe resultar sencillo pero puede que no exista una decisión más odiada para un artista comprometido que suspender una actuación) hubiera sido desconectar sin ni siquiera subir al escenario. Pero Loquillo demostró anoche tener la categoría, la banda y el repertorio necesarios para remontar una situación adversa y no solo sacar adelante el concierto, sino también de dejar al público con ganas de más.

«Navarra Sur Festival» es una nueva cita musical nacida este mismo año que, además de como «festival de calidad, basado en música y experiencias vitales, que da valor a los productos gastronómicos y turísticos de la ciudad», se define como un festival «sin prisas». Quizá por eso la congregación de público en el exterior del recinto fue inusitadamente pausada y sin aglomeraciones. Las puertas se abrieron con puntualidad a las 20:00h, controladas por un equipo de seguridad amable y facilitador.

El escenario principal estaba instalado sobre una zona ajardinada del Paseo del Prado de Tudela, junto al río Ebro que delimitaba el lado noreste del recinto. Otro escenario de menores dimensiones ocupaba una glorieta o quiosco próximo, desde donde El mundo de Tulsa y La niña hilo amenizaron los cambios del escenario principal. La mayor parte del público prefirió en un primer momento hacerse fuerte en las barras instaladas, dejando algo desangelado el espacio delante del escenario.

Antes de la lluvia: Los Moths y Rufus T. Firefly

Los primeros en la sugerente terna que el «Navarra Sur Festival» ofrece en su propuesta diaria (grupo local, grupo emergente y grupo consolidado «de primer nivel») fueron la jovencísima banda tudelana de garaje y surf-rock Los Moths (literalmente «Los Polillas»). Abrieron la noche con el desenfado esperado de su juventud y estilo, y anunciaron la inminente publicación de su recién grabado primer EP que contiene el tema «Hi dears».

Mientras la amenaza meteorológica que se venía anunciando durante todo el día empezaba a tomar forma con un celaje oscuro y cada vez más cerrado, llegó el turno de los madrileños Rufus T. Firefly. No deja de ser curioso, y quizá también algo desconcertante, que una banda en la que algunos medios quieren descubrir a los nuevos Vetusta Morla o Supersubmarina (aunque tienen una personalidad más que propia y seis álbumes ya publicados) sea todavía una «banda emergente». Anoche tuvieron la oportunidad de exhibir su solvencia técnica y riqueza de sonoridades apoyadas en un ecléctico abanico de referencias musicales y cinematográficas: desde su propio nombre tomado de un personaje de Groucho Marx («Sopa de ganso», 1933) o la obra maestra de Tarantino «Pulp Fiction», pasando por Jeff Buckley o Radiohead. Supieron aprovechar la potencia del montaje sonoro del festival, especialmente la baterista Julia Martín-Maestro. Dice mucho que algunos miembros de la banda de Loquillo atendieron su show desde el lateral del escenario.

Víctor Cabezuelo: voz, guitarra y teclado de Rufus T. Firefly (Navarra Sur Festival, Tudela, 1 de junio de 2018)
Julia Martín-Maestro: baterista de Rufus T. Firefly (Navarra Sur Festival, Tudela, 1 de junio de 2018)

En la lluvia pondré mi corazón de Rock and Roll: Loquillo

Mientras el staff técnico procedía a realizar los cambios y ajustes precisos sobre el escenario para la actuación de Loquillo y su banda, los destellos de los relámpagos detrás de las nubes amenazaban hacer dura competencia al juego de luces y focos.

Loquillo estaba anunciado a las 23.00h, y la exactitud con la que los grupos se habían sucedido durante la tarde-noche (éxito y profesionalidad de organización) no daba lugar a dudas sobre su puntualidad. Pero minutos antes de las 23:00 empezó a caer la lluvia, sin timidez, pesada y con pocos visos de dar tregua. Los amplificadores del filo del escenario se desplazaron hacia el interior para resguardarlos, y el potente equipo sonoro que ocupaba el foso ante el escenario (y que Los Moths y Rufus T. Firefly disfrutaron en todo su esplendor), se protegió con lonas. Pasaban diez minutos de las 23:00 y todo hacía presagiar la posible suspensión del concierto: gestos preocupados sobre el escenario, ir y venir de técnicos y parte del espacio destinado al público aún despoblado porque la gente optó por guarecerse bajo árboles y pérgolas. Varias líneas de fans pertrechados con paraguas y chubasqueros aguardaban impacientes bajo la lluvia defendiendo sus posiciones bajo los focos. El aparato eléctrico de la tormenta no animaba a pensar que el show saliera adelante (reciente en la memoria está todavía la muerte por electrocución de la cantante francesa Barbara Weldens en julio de 2017). Sin embargo la esperanza se animó al ver que se colocaba justo en el centro el soporte (bastante, muy alto, mucho) de un micrófono y que los backliners comprobaban que los instrumentos de la banda estuvieran a punto.

Y, sobre todo, cuando la elegante silueta del célebre logotipo del Pájaro Loco sobre dos tibias cruzadas quedó al descubierto al fondo del escenario.

Con casi 20 minutos de más que justificado retraso y con la lluvia todavía cayendo en abundancia, los músicos de Loquillo ocuparon sus puestos: el asturiano Igor Paskual a la guitarra, detrás de un micrófono envuelto por una glamurosa boa de plumas negras; el francés y turolense de adopción Laurent Castagnet a la batería; el donostiarra pero ciudadano de Madrid Josu García y el barcelonés Mario Cobo también a las guitarras;  el granadino Alfonso Alcalá al bajo; y el murciano Lucas Albaladejo a los teclados.

Con los primeros compases de Rock and Roll actitud (tema con título de reminiscencias hallydayanas del que fuera último LP de estudio con Trogloditas  Arte y ensayo en 2004), Loquillo tomó el escenario con americana de cuero negro y gafas de sol. Decir que «tomó el escenario» no es expresión baladí. Los hay que suben al escenario con timidez impostada y aparente humildad, como para no molestar y ganarse la empatía y afecto del público con expresión de cordero degollado. Cada uno construye su personaje como prefiere. Y el de Loquillo no va precisamente en esa línea. Desde el primer instante dejó claro que a pesar de la adversidad meteorológica no iba a limitarse a cumplir en modo automático. Si la lluvia no daba tregua al público, Loquillo y su banda tampoco iban a darla.

Incluso en la primera fila, algunos incondicionales cerraron sus paraguas para meterse de lleno, sin limitaciones ni impedimentos, en la música. Para ser felices con el espíritu del más desbocado Gene Kelly pisando charcos. No hay mejor imagen de la felicidad que esa secuencia de Cantando bajo la lluvia.

Loquillo (Navarra Sur Festival, Tudela, 1 de junio de 2018)

Sin mediar palabra, diríase que «a degüello», encadenaron temas de diferentes décadas y momentos vitales (la trayectoria del Loco es larga, recordemos que este año celebra sus 40 años de carrera ininterrumpida y sin las intermitencias inexcusables de otros artistas que celebran aniversarios redondos olvidando sus años «en barbecho»): Pégate a mi (de El Ritmo del garaje de 1983), El hombre necesita hombres objeto (de La nave de los locos, 2012)Territorios libres (de Feo fuerte y formal, 2001),  A tono bravo y Salud y Rock and Roll (del recentísimo Viento del Este de 2016 que propició la exitosa gira cuyo punto culminante fue la grabación de un multitudinario directo en Las Ventas) o Cuando fuimos los mejores (de Cuero español, 2000).

Las canciones bastaban y solo después de una exultante Planeta Rock con su invitación «a estremecer la nación», se dirigió Loquillo al público aludiendo a la inclemencia del tiempo: «Gracias Tudela, gracias por estar aquí. Gracias por estar aquí… así».  Las palabras sobran cuando lo que manda es la épica del rock and roll bajo la lluvia y el público es parte del espectáculo. Porque desde el escenario, a ellos también debíamos parecérselo. Y eso, hay que reconocerlo, emociona.

El aspecto más negativo fue que la prudencia (comprensible y en absoluto cuestionada) obligó a Loquillo y su banda a actuar con un sonido mermado por la reducción de equipo. La banda actual que arropa al Loco son una verdadera máquina musical, compenetrados, cómplices, bromistas y juguetones pero profesionales y sin fisuras, y con una gran personalidad individual propia que no resta, sino que suma. O multiplica. Fue una lástima que los solos de guitarra se perdieran en el conjunto o que la enorme batería de Laurent Castagnet quedara empañada. Aun con todo, no decayeron en su actitud y entrega y fue el propio Loquillo, cuya voz sonaba perfectamente al frente, quien tiró de profesionalidad y carisma para sacar adelante un show que las circunstancias hacían peligrar, desgarrando voz y sacando alguna de sus interpretaciones más «macarras». El capitán salvando el buque en la tormenta. Literalmente. Aunque es obvio que sin buenos oficiales en la cubierta eso resulta imposible y la nave puede irse irremediablemente a pique, que no fue el caso.

Igor Paskual (Navarra Sur Festival, Tudela, 1 de junio de 2018)
Laurent Castagnet (Navarra Sur Festival, Tudela, 1 de junio de 2018)
Josu García (Navarra Sur Festival, Tudela, 1 de junio de 2018)

El público cada vez estaba más involucrado en el concierto, los paraguas y los chubasqueros ya habían sido asumidos como un mal tolerable. No quedaba más que seguir disfrutando. El legendario riff de El rompeolas (de Morir en primavera, 1988) es infalible y terminó de perfeccionar el ambiente. También hubo lugar para el Loquillo más comprometido y beligerante con La nave de los locos (sin novedad en el paraíso) y su grito «¡somos la clase media!», y una inesperada y algo rockabillyzada La mala reputación (adaptación de Paco Ibáñez de La mauvaise reputation de Georges Brassens que apareció en los LPs Morir en primavera, 1988,  y Mujeres en pie de guerra, 2005). El Loco alteró la última línea introduciendo un oportuno «porque no va a la Moncloa el camino mío» y Lucas Albaladejo sacó a pasear su acordeón.  Otro indicio de la francófila querencia musical de Loquillo fue su interpretación del tema que grabó a dúo con Johnny Hallyday Cruzando el paraíso (de Balmoral, 2008)… Después de dejarnos el enorme JH en diciembre del año pasado, las líneas «nada permanece, todo se desvanece» y «por un instante, la Eternidad» cobran un significado que, la verdad, resulta estremecedor.

El momento más glammie de la noche lo propiciaron la revisión de Besos robados (de Morir en primavera, 1988) y la versión de Rey del Glam que Loquillo y Alaska han vuelto a grabar (videoclip incluido), en la que el Loco favoreció el protagonismo de Igor Paskual que asumió su papel (que no es tal porque realmente él es el rey del glam) con una boa de plumas rojas al cuello. Por otro lado, fue una lástima que Loquillo no pudiera dar su acostumbrado paseo por el foso (embarrado e inseguro) para saludar a las primeras líneas y dejarse querer durante Carne para Linda (de La mafia del baile, 1985).

No era noche para el truco de dejar el escenario y marcar el tiempo de los bises corriendo el riesgo de dejar que la lluvia y el frío estropearan al ambiente conseguido. Sin descanso sonaron El hombre de negro (adaptación de Gabriel Sopeña del clásico Man in black de Johnny Cash para el LP Mientras respiremos, 1993), Memoria de jóvenes airados (de Balmoral, 2008) con un celebrado solo de guitarra de Josu García, el indiscutible himno intergeneracional Ritmo de Garaje («tú tienes tu banda de Rock and Roll… ¿y quienes somos?… ¡¡somos jodidamente nosotros!!»), Quiero un camión (de El ritmo del garaje, 1983) y Esto no es Hawaii (de Los tiempos están cambiando, 1981).

Mario Cobo (Navarra Sur Festival, Tudela, 1 de junio de 2018)
Alfonso Alcalá (Navarra Sur Festival, Tudela, 1 de junio de 2018)
Lucas Albaladejo (Navarra Sur Festival, Tudela, 1 de junio de 2018)

La recta final, ¡por fin sin lluvia!, llegó con la imprescindible Rock and Roll star (de Los tiempos están cambiando, 1981), Feo fuerte y formal (de Feo fuerte y formal, 2001), la nostálgica y evocadora Cadillac solitario (de El ritmo del garaje, 1983) que siempre anuncia el final inevitable con su catártico «¡¡nena nena, nunca estás tú!!» y, de propina, una potentísima En las calles de Madrid (canción que da título al libro autobiográfico que el Loco ha publicado hace menos de un mes, contenida en el mini LP ¿Dónde estabas tú en el 77? de 1984).

Sensación de trabajo bien hecho, de prueba superada a pesar de todo. Los triunfos deben celebrarse… Abrazos sobre el escenario (todos se quieren, se respetan y miman allí arriba), mientras una simbólica y definitoria recording de Heroes de David Bowie acompañaba la salida de la banda. Abajo gritos pidiendo más. De la misma gente que tanto había tardado en congregarse y que luego se resistía a abandonar el lugar.

Solo hace falta un poco de lluvia para temer lo peor en una noche de fiesta. Solo hace falta un poco más de lluvia todavía para convertir una noche en inolvidable. De como el talento, la personalidad y un repertorio sólido pueden dar la vuelta a una situación adversa.

Así es la épica del rock bajo la lluvia. Hay que estar bajo las focos y los relámpagos para comprenderlo.

Loquillo (Navarra Sur Festival, Tudela, 1 de junio de 2018)

 

 

 

 

Deja un comentario