Burning… No va más

«Os tengo que decir que… os amo. Porque moláis un montón. Hemos dicho hoy: venga, veniros aquí que nos vamos a pirar. Y venga… ¡¡vámonos a ver a los Burning!!» (Johnny Burning en la Sala BUT de Madrid, 1 de febrero de 2019. Gira No va más)

Quizá resulte melodramático empezar esta crónica señalando que el cielo de Madrid lucía algo tristón el pasado viernes, pero no podía ser de otra forma el día que Burning iniciaban en la sala BUT su gira No va más. El título anuncia que, después de más de cuatro décadas en la carretera, la «rula» de una de las bandas más veteranas, queridas, respetadas e inspiradoras del rock nacional ya piensa en buscar una curva con buena vista donde echar el freno y contemplar, desde lo alto, el skyline madrileño. Una mirada plácida pero orgullosa porque, tal como Johnny Burning ya decía en el directo acústico que grabaron en la sala Joy en 2008, «ha sido largo el camino y muy bonito hasta llegar aquí…»

En 2015 celebraron, por todo lo alto, su magnífico cuarenta aniversario con un concierto cuidadosamente filmado en el antiguo Palacio de los Deportes de Madrid un simbólico 9 de mayo (los que conocen la historia de Burning ya saben por qué), en el que demostraron el cariño y complicidad que los conecta con otros artistas de estilos y generaciones tan amplios como Luz Casal, Star Mafia Boy, Carlos Tarque, Rubén Pozo, Josele Santiago, Enrique Bunbury, Alberto Marín o Los SecretosY es que, no se puede negar, los Burning han creado escuela a lo largo de los años, desde que a mediados de los setenta osaron desafiar las convenciones combinando la ambigüedad del glam, los riffs stonianos más primigenios y la reverencia a Chuck Berry, sin renunciar a desarrollos largos y melodías melancólicas, con textos que alternaban chulería madriles y no poca ternura. Y además, haciéndolo en español… ¿Cómo habrían evolucionado (sin tener como referentes la voz de Toño Martín, la guitarra de Pepe Risi o el piano y el tesón de Johnny Burning) otros artistas que ya han alcanzado la madurez como Dani Martín o Leiva, otros que despuntan tomando el relevo como Desvariados o Los Zigarros, o incluso más veteranos como Loquillo? Todos ilustres deudores de tan importante banda…

La conexión intergeneracional de Burning… (grabación de Vivo y salvaje, 2015)
Con Josele Santiago, Luz Casal, Bunbury, Alberto Marín, Rubén Pozo y Carlos Tarque.

Burning han sido (¡¡son!!) una pieza fundamental de la educación musical de varias generaciones de artistas y público del rock nacional. En los primeros puestos de la larga fila que se formó en la calle Barceló antes de abrir las puertas de la sala BUT, un par de seguidores de Murcia (que generosamente regalaron bufandas con el logo de la banda a quienes nos reuníamos allí desde hacía varias horas) afirmaban que Burning ya son «un sentimiento»… Y, la verdad, no se me ocurre una forma mejor de definirlo. Porque precisamente los sentimientos y las emociones estaban a flor de piel para quienes hemos acompañado a esta banda durante algún tramo, más o menos largo, de su carrera. Saber que toca a su fin tan extenso y satisfactorio viaje (aun con todas las piedras y grietas del camino que definen personalidades y propician amistad y pasión), hará de cada fecha de esta última gira una ocasión especial. Para nosotros, a pie de escenario, y para ellos, bajo los focos. Y en la primera cita en Madrid Johnny Burning demostró que, a pesar de ser una despedida, no tiene ninguna intención de darse tregua ofreciendo un show de algo más de dos horas con un repertorio exigente y sólido que calienta el corazón.

Burning… No va más. Johnny Burning y su piano de leopardo rojo.

A las 21 en punto se apagaron las luces de la sala y la banda tomó posiciones sobre el escenario presidido por un piano de leopardo rojo que ya es marca de la casa. Como era de esperar el concierto arrancó con Madrid, una declaración de amor urbanita a la ciudad que nunca han perdido de vista y que abría su primer álbum (homónimo) de 1978. Con el segundo tema, Corazón solitario (del LP Noches de Rock and Roll de 1984), Johnny Burning aprovechaba para conjurar la magia de la música en directo, con una letra algo melancólica (especialmente recordada en la voz de Pepe Risi) y con sabor a despedida… Cortinas anchas de terciopelo, en unos momentos se cerrarán. Tan sólo una noche para soñar…

Pero un concierto de Burning siempre es una fiesta, y casi encadenadas se sucedieron las joviales Willie Dixon (la celebración de un garito de rock en Rosario «que hace temblar el cono sur»), Seducción (del mítico LP El final de la década de 1979), Es decisión (del LP Bulevar de 1980 asociado a la película Navajeros de Eloy de La Iglesia), Bestia azul en la que Johnny abandonó su piano para ocupar el micro central armado con una pandereta y Tú te lo llevas todo (ambas del último LP de estudio de la banda, Pura sangre de 2013).

Burning… No va más. Johnny (Burning) Cifuentes

A continuación llegaron las dos perlas más escondidas del repertorio: Coge la onda (del LP No mires atrás de 1993) con su invitación a bailar y Extraño en la ciudad (del encantador Atrapado en el amor de 1981). Con esta elección parecía quedar claro que ninguna de las etapas de la extensa carrera de Burning iba a quedar fuera del repertorio. De hecho, solo el álbum Altura de 2002 no quedó representado en el setlist (a pesar de contener alguna joyita como Desde el pantano). Después de este regalo a los fans más incondicionales llegaron las celebradísimas Jack Gasolina (del álbum Sin miedo a perder de 1998), Jim Dinamita (del primer LP Madrid, de 1978) y Weekend (de No mires atrás, 1993) en la que Johnny Burning, de pie en el micrófono central, intercaló algunas líneas de Midnight rambler de The Rolling Stones. Maravilloso también el diálogo mantenido por los punteos de Edu Pinilla y el slide bluesero de Nico Álvarez, que trenzaron el sonido de sus guitarras con apabullante complicidad.

Burning… No va más. Nico Álvarez
Burning… No va más. Edu Pinilla

Hablando de los Stones… Si ellos tienen su Wild Horses, los Burning tienen la reciente Pura sangre. Las primeras notas de piano me confundieron haciendo pensar que iba a sonar Lujuria, pero pronto la preciosa melodía de Pura sangre silenció la sala y la letra (lo reconozco) se me anudó en la garganta hasta que el público se unió para corear el estribillo y enmascaró mi debilidad: «Estoy viajando hacia el sol. Mi pura sangre, se hace mayor… Voy dejando atrás, queridas estrellas, mágicas lunas. Adiós..:»

Afortunadamente la tristeza se disiparía pronto con las enérgicas No pares de gritar (del LP Hazme gritar de 1985) y Baila mientras puedas (del LP Bulevar de 1980). Siempre es un placer ver disfrutar a músicos de semejante talla con «un poquito de rock and roll»: en el centro Johnny (Burning) Cifuentes saltando delante de su piano, a la izquierda Nico Álvarez y el bajista Carlos Guardado, y a la derecha el histórico saxo burniano Maikol Slingluff y Edu Pinilla. Al fondo en la batería, marcando el ritmo, Kacho Casal, y en la percusión, Nico Roca.

Burning… No va más. Carlos Guardado.
Burning… No va más. Maikol Slingluff (saxo) y Edu Pinilla (guitarra).
Al fondo, Nico Roca (percusión)

Sin embargo un breve speech de Johnny que llegó justo después, volvió a recordarnos que nos habíamos reunido allí para decir adiós: «...veremos qué nos traen los nuevos tiempos», dijo, antes de abordar la inmensa Como un huracán (imposible no pensar en Toño Martín y en Pepe Risi al escucharla) y que, esta vez sí, logró arrancarme lágrimas… «Éramos dos, era un volcán. Éramos dos, un huracán. Pero aquello terminó… Aún recuerdo tu calor, tu sonrisa, tu valor. Aún recuerdo esa canción de los Stones. Ahora empieza a anochecer y tú no estás…»

Siguió la hermosa Dieron las diez (del LP Hazme gritar, 1985) que a todos nos pareció hecha a medida de Miguel Ríos cuando la compartieron con él en el mítico directo de 1991. Una nueva concesión a su último LP de estudio llegó con Todo a cien, con un final extendido donde brillaron la percusión de Nico Roca, el tándem de guitarras de Edu Pinilla y Nico Álvarez, y el saxofón de Maikol Slingluff. Después de Muévete en la oscuridad (del LP homónimo de 1987) llegó la primera pausa, para regresar rápidamente al escenario con un auténtico trío de ases: Ginebra seca (en la que Johnny aprovechó para presentar a la banda e intercalar líneas de Jumpin’ Jack Flash y Satisfaction de The Rolling Stones), Esto es un atraco y Mueve tus caderas en la que, como es costumbre, roció a las primeras filas con champán.

Burning… No va más. Johnny Burning, al filo del escenario.

Para la última tanda de bises aún había reservada una sorpresa: una versión completa (y emparentada en su arreglo stoniano con Honky Tonk Woman) de Balada para una viuda (del LP El fin de la década, de 1979). El final llegó, inevitablemente, con la mítica ¿Qué hace una chica como tú en un sitio como éste?, la divertida Nena y la siempre emocionante (y más en una ocasión como esta) Una noche sin ti… Vello de punta al ver a Johnny Burning al filo del escenario arengando al público para corear el estribillo: «…dan las seis, sintonizo a los Stones. Recuerdos de pelo largo, viejos blues… Queridísimo Eric Burdon».

Más que suficiente para, al terminar el concierto y abandonar la sala, enfrentarse a la fría noche madrileña con el corazón bien caliente.

Burning… No va más. Johnny Burning y Maikol Slingluff

No va más es la última gira de nuestros queridísimos Burning. Quién iba a decirnos que decidirían parar antes que «sus papás» (como alguna vez los ha llamado el propio Johnny), The Rolling Stones… Solo esperamos que sea una gira larga, que nos permita disfrutar en una cuantas ocasiones más de su música, de sus gestos, de sus guiños, de su enorme repertorio, de su honestidad en el escenario… Que nos brinde varias oportunidades más de saltar, bailar, reír y cantar… De celebrarlo cada noche salpicando nuestro cuero negro con champán y rock and roll.

Porque cada una de esas noches adicionales, podremos agradecer a pleno pulmón a Johnny Cifuentes que haya traído a los Burning hasta el final de la segunda década del siglo XXI. Él se lo merece. Se merece también nuestro cariño, nuestro respeto y admiración por mantener viva la llama. También se ha ganado el descanso, aunque nos pese a quienes peleamos las primeras filas de los conciertos.

Porque, cuando la «rula» que mencionábamos al principio se haga a un lado de la carretera y Johnny Burning levante las gafas de sol sobre su frente para contemplar el skyline madrileño, nos empezará a faltar. Mucho.

Y aunque intentemos llenar el hueco de nuestro corazón con unas copas, unos amigos y un poquito de rock and roll, siempre quedará un resquicio donde solo cabrá él.

¡¡Gracias, Johnny!! ¡¡Gracias Toño y Pepe!! ¡¡A todos los Burning!!

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