Un buen selfie es reclamo de miradas
y el amor ya no es solo cosa de dos.
En pantalla táctil todo luce mejor
si las sonrisas han sido ensayadas.
Un cielo rojo de nubes retocadas
es aún más perfecto con filtro corrector.
Un texto a la medida de cualquier lector
conseguirá miles de likes en bandadas.
Los followers no aceptan llantos ni penas,
la realidad vulgar reduce el caché
y se proscribe de miradas ajenas.
Es instagramable la espuma de un café,
pero un amor de monóxido y antenas
solo cabe en un soneto demodé.