Jaime Urrutia y Los Corsarios + Yago y Los Olvidados (Teatro de Las Esquinas de Zaragoza, 22 de febrero de 2019)
La del pasado viernes 22 de febrero era la segunda visita de Jaime Urrutia a Zaragoza en menos de un año. La anterior, en abril de 2018, coincidió con la Final de la Copa del Rey entre el Sevilla y el Barcelona y registró una entrada más que respetable a pesar de tan exigente contraprogramación. En aquella ocasión el maestro Urrutia ofreció un espectáculo de corte acústico (bautizado Al natural por el artista ajustando la nomenclatura a su querencia taurina) en formato trío, acompañado por Esteban Hirschfeld (histórico refuerzo de Gabinete Caligari) en los teclados y programación, y Juan Carlos Sotos (cuya canción Domingos raros ha aparecido en la reciente y exitosa película de Asghar Farhadi Todos lo saben) a la guitarra. No deja duda del éxito de aquella cita el hecho de que la ciudad de Zaragoza lo recibiera tan pronto de vuelta y, esta vez, con banda completa para desplegar el potencial más rockero de su repertorio. El viernes en el polivalente Teatro de Las Esquinas se sumaban al trío Juan Luis Ambite (bajo) y Javi Sevilla (batería y percusión), en una excelente demostración de fondo y forma con el cartel de «entradas agotadas».

Abrieron la velada Yago Voyeur Alonso y Los Olvidados, formación zaragozana de inclinaciones dylanitas que compartieron un delicioso sonido acústico con un público algo distraído. Después de agradecer a la sala y al propio Jaime Urrutia la oportunidad de preceder sobre el escenario a un mito de la música española, cerraron su breve intervención (de esas que dejan con ganas de más) con una sorprendente versión country rock del éxito Loca de Luz Casal. Estaremos atentos a la publicación de su primer álbum de estudio, en cuya grabación han andado inmersos durante los últimos meses.

Una recording del castizo pasodoble Gallito sirvió como aviso de la entrada de Los Corsarios en el escenario. En el centro, pantalón y americana azabaches, camisa rosa palo, botín tabaco y rizo indomable derramándose sobre la frente, se plantó el maestro Urrutia con la solapa alzada y Fender bien dispuesta. El concierto arrancó con Delirios de grandeza, dejando claro desde el principio que la voz del que fuera líder de Gabinete Caligari no ha mermado en fuerza ni carisma, sino que se ha enriquecido en su reconocible profundidad. Ahora que las nuevas y ultrapromocionadas voces pecan de excesos melismáticos que resultan ideales para el almíbar Disney, la sobriedad del personal vibrato de Jaime Urrutia suena a gloria. A veteranía y madurez.

La intención rockera del show se manifestó ya con Tócala Uli, aquel homenaje al saxofonista Ulises Montero que apareció en el mítico álbum Camino Soria, y que encendió a un público que ya no bajaría la guardia en ningún momento coreando estribillos, acompañando con palmas e incluso bailando en determinados momentos del recital. La montera había aterrizado bocabajo sobre el albero, como debe ser, y no cabía sino triunfar. Como es habitual cuando Jaime Urrutia actúa en Zaragoza, aprovechó para dedicar el concierto al queridísimo y recordado guitarrista Guille Martín (Desperado, Corsario primigenio y tardío Troglodita), madrileño e ilustre zaragozano de adopción.

Durante casi dos horas Jaime Urrutia y Los Corsarios alternaron temas imprescindibles de la discografía de Gabinete Caligari como Cuatro rosas (dedicada a una fan de Madrid que disfrutaba del concierto justo delante de su micrófono), Amor prohibido, El calor del amor en un bar, La sangre de tu tristeza, Suite nupcial o la siempre celebradísima Camino Soria, y el repertorio en solitario del maestro con canciones como Mentiras (dedicada a una pareja muy bien posicionada en primera fila), ¿Dónde estás?, Castillos en el aire, Completamente feliz, Vestida para mí, la festiva ¡Qué barbaridad! o Aquí sin más.
Esta última, dedicada a una pareja venida expresamente desde Palma de Mallorca para asistir al show, evidenció una vez más la fantástica forma vocal de Jaime Urrutia por su exigencia. Del cancionero de Gabinete Caligari, y para placer de los más familiarizados con su repertorio, también sonaron Mi buena estrella (bajo inspiración de David Bowie) y la loureediana Más dura será la caída.


Para los bises quedaban reservadas todavía Pecados más dulces que un zapato de raso y Golpes (la primera canción grabada por Gabinete Caligari como bien recordó Jaime Urrutia), punteada con precisos toques de pandereta de Juan Carlos Sotos, que cedió al cien por cien la responsabilidad de las seis cuerdas al propio Urrutia.

La agridulce melancolía de Nadie me va a añorar anunció el inminente final, que llegó con la irresistible La culpa fue del cha cha chá. Un clímax irreprochable para cualquier fiesta, muchas veces infravalorada como un simple divertimento quizá por su jaranero ritmo y letra cuajada de terminología taurina, pero que a nosotros nos parece un prodigio de composición, precisamente por el talento de Jaime Urrutia para hilvanar un texto con tanta metáfora y sorna sin descarrilar en el intento. Al terminar, trofeos merecidos, ovación del respetable y saludos al filo del escenario con una recording de Tu vuò fà l’americano de Renato Carosone de fondo.
Lejos del carácter algo arisco que la malinterpretación asoció a Gabinete Caligari, el viernes vimos a un Jaime Urrutia pletórico, feliz y sonriente, elegante en sus gestos y maneras, relajado, cómodo y muy cómplice con la banda. Derrochó encanto y carisma bajo los focos, lanzando continuos guiños al público y tampoco se privó de bromear con quienes ocupaban el anfiteatro que sobrevuela la pista/platea del Teatro de las Esquinas. Si a esas sensaciones transmitidas desde el escenario le sumamos un repertorio intachable ejecutado con una voz tan personal y en forma como la de Jaime Urrutia y el sonido de una banda compenetrada y bendecida por el buen hacer de los técnicos de la sala, solo podemos decir una cosa: maestro Urrutia, vuelva usted cuando quiera (Al natural o cargando la suerte con derechazos eléctricos) porque, al contrario de como dice su canción, empezamos a añorarle en cuanto baja de cada escenario.

Dedicado con cariño a Jaime y Los Corsarios, por la música. A Ana, María y Pepe por las cervezas frías. A Chus, por la paciencia. Y a May, por la confianza.
Si te ha gustado esta crónica quizá te interese un artículo sobre la recurrente presencia del «desgraciao» en los álbumes de Gabinete Caligari y sobre la capacidad narrativa de Jaime Urrutia, que puedes leer en este mismo blog pinchando el siguiente enlace:
Leyendo esto, por un momento me he encontrado en Zaragoza. Cuando no puedo asistir a los conciertos, siempre os leo, pues casi es como si hubiera asistido. Poniendo mi humilde granito de arena, paso a presentarme..me llamo Merche, y soy fan del maestro, en tiempos de mocedad con mis amigas nos recorriamos medio pais para escuchar a Gabinete,eramos diferentes, nos quedabamos siempre con la letra y musica, sin exageraciones,sin aspavientos y muchas veces en un rinconcito. Era cultura, arte, era la vida con letra, o las letras con vida. Jaime Urrutia, quizas el mejor letrista,que este pais no entendio, y que ahora, un poco tarde empieza a escuchar y comprender. Un pais que ahora le pesan los años perdidos, un pais que no escuchaba. Tras años de sabrosura merengona importada, este mi pais empieza a valorar lo autentico, empieza a escuchar a Jaime y aquellas canciones hoy cuando suenan, no cabe mas que hacer silencio, si es caso un timido OLE! Adelante Maestro