Les Vieilles Canailles: el último Johnny

El pasado domingo, 1 de diciembre de 2019, el nombre de Johnny Hallyday volvió a brillar en caracteres rojos en la mítica marquesina del Teatro Olympia de París.

El motivo, bajo la denominación Un soir a L’Olympia, fue la proyección de un nuevo film documental con actuaciones y entrevistas inéditas que profundiza en la singular relación de Hallyday con este recinto parisino (ahora propiedad de Universal Music) en el que llegó a actuar hasta en 266 ocasiones entre 1961 y 2006. Paralelamente se han publicado en Francia dos suntuosas y voluminosas cajas (en formato CD y vinilo) con el título Olympia Story, que reúnen los múltiples álbumes que Johnny Hallyday grabó en directo en dicha sala con algún añadido para los fans incondicionales.

Y es que, cumpliéndose hoy el segundo aniversario de su muerte en la noche del 5 de diciembre de 2017, el nombre de Johnny Hallyday sigue sonando con fuerza y pronunciándose con devoción (y, para qué vamos a negarlo, también con cierto oportunismo) en Francia. En estos dos últimos años, además de su celebrado álbum póstumo Mon pays c’est l’amour, se han acumulado las reediciones de sus discos, elaborado nuevos recopilatorios, aparecido golosinas inéditas y publicado numerosos libros en torno a su figura e inabarcable legado.

De hecho, si estos días consultamos las clasificaciones por cifras de ventas en Francia, Johnny Hallyday aparece en los primeros puestos por partida doble, por delante de Coldplay o Céline Dion.

Johnny… comme vous ne l’avez jamais entendu

Por un lado, con un álbum cocinado a mayor gloria del que fuera su recurrente arreglista, productor y director musical desde 1998, Yvan Cassar. El experimento, publicado en octubre por Universal Music France, se titula sencillamente Johnny. Se trata de uno de esos artefactos (sinfónicos) que tan de moda se han puesto para revitalizar (como si alguna falta les hiciera) voces como la de Elvis Presley o Roy Orbison. Pero allí donde las propuestas de Presley y Orbison salían airosas al re-orquestar baladas intensas pero también temas más rítmicos como Burning love, A big hunk o’ love, Pretty woman o Heartbreak radio proponiendo una audición amable y hasta divertida, el disco sinfónico de Yvan Cassar (que no de JH), naufraga desde la propia selección. Todos son temas de gran potencia dramática en los que la voz de Johnny se luce en su fuerza lírica, pero que no dan respiro con ningún momento de ligereza. Los ampulosos arreglos orquestales son en su mayoría una réplica de los que ya fueron utilizados en directo en diferentes giras, por lo que además suenan a algo ya oído (curioso cuando el subtítulo del álbum es precisamente «Johnny como jamás lo habías escuchado»).

Johnny… comme vous ne l’avez jamais entendu. Doble vinilo blanco y dorado (edición limitada a 6500 ejemplares numerados) y CD digipack

Los coros, la profusión de cuerdas (es de sobra conocida la predilección de Yvan Cassar por la melancolía de los violoncellos, cuantos más mejor) no hacen más que empañar las canciones originales volviéndolas oscuras, pesadas, innecesariamente lúgubres. Solo sorprende la revisión de Marie (del álbum À la vie â la mort, de 2002), abordada con un arreglo acústico de guitarra y piano que recuerda demasiado (¡ay Yvan, que se te ve el plumero!) al estremecedor Hurt de Johnny Cash. Confiemos en que la fiebre sinfónica se detenga aquí pero, dado el éxito comercial (y todavía falta la campaña de Navidad), posiblemente esto solo sea el principio. Para nosotros, de momento, es la última afrenta.

Les Vieilles Canailles – Le live

Y por otro lado, con el directo grabado junto a sus amigos Eddy Mitchell y Jacques Dutronc en el AccorHotels Arena (antiguo Palais Omnisports de París-Barcy), la noche del 24 de junio de 2017.

Esto es otra cosa. En todos los aspectos: musical, visual, histórica y emocionalmente. Al contrario que el artefacto sinfónico que se ha promocionado como un nuevo disco póstumo de Johnny Hallyday (el márketing obliga) para dotarlo de interés, el show de Les Vieilles Canailles sí que tiene gran relevancia y auténtico valor: porque el Johnny que vemos y escuchamos en este espectáculo es, literalmente, el último Johnny.

Les Vieilles Canailles – Le live. Coffret collector (limitado y numerado) con triple vinilo, 2CD+DVD, bluray, tres fotografías de Johnny, Eddy y Jacques en gran formato y réplica de pase de backstage.

En marzo de 2017 Johnny Hallyday había hecho públicos sus problemas de salud, aunque restándoles importancia. La anunciada gira con Eddy Mitchell y Jacques Dutronc, que había de desarrollarse entre junio y julio, podía correr el riesgo de ser cancelada. Era la segunda vez que el trío, que no ocultaba su intención de emular el concepto de show del Rat Pack, iba a girar bajo el nombre (tomado prestado a Serge Gainsbourg) de Les Vieilles Canailles. Ya lo habían hecho con gran éxito en 2014 y, a toro pasado, es difícil no elucubrar sobre si esta nueva reunión no respondía a la necesidad de Hallyday de despedirse de su público y hacerlo, además, rodeado y sostenido por sus amigos.

De una forma u otra, esta gira supuso el último espectáculo de Johnny Hallyday. Planificada o no, esta fue su despedida. El último saludo en el escenario. Y a pesar del complicado horizonte de una grave enfermedad, no se trata de una despedida con mensajes crípticos y atmósfera sombría como la que proyectaron David Bowie o Leonard Cohen. Aunque cinco meses después de terminar la gira en Carcasonne Johnny Hallyday se marcharía dejándonos con cara de asombro e incredulidad, no hay lugar para la tristeza o el lamento en el show de Les Vieilles Canailles. Y para eso, para afrontar el final con una sonrisa y una copa, hay que tenerlos muy bien puestos.

Foto: Paris-Match (06/07/2017). Carcasonne.

Los que estuvimos atentos a los vídeos que se iban publicando conforme avanzaban las fechas de la gira, no podíamos evitar sentir cierta desazón al descubrir las primeras noches a un Johnny visiblemente debilitado, afectado en la potencia de su voz, que recurría continuamente a un taburete o al refugio de un piano para descansar y que, al contrario de lo que sucedía en la gira de 2014, no tenía esa presencia magnífica y poderosa que eclipsaba física y vocalmente a sus compañeros de gira. Sin embargo, noche tras noche, el Fénix parecía crecerse en la adversidad, como si solo necesitara acumular el calor de los focos y el cariño de la multitud para resurgir. Tan solo dos semanas después de empezar la tourneé, Johnny Hallyday casi parecía el de siempre al tomar el escenario del AccorHotels Arena de París-Bercy para grabar el show que nos ocupa.

El espectador avisado advertirá cierta rigidez en los movimientos de Johnny, echará de menos algunas de sus poses habituales ante el micrófono y sorprenderá discretos gestos de fatiga cuando se halla en segundo plano; pero su actuación y actitud demuestran una fuerza inaudita ante el combate que afronta, el comodín del taburete ya solo parece un recurso escénico y su voz sale airosa en las canciones más exigentes. El león vuelve a proteger a la jungla con su rugido. ¿Quién iba a decirnos que acabaríamos el año viviendo en un mundo sin Johnny Hallyday?

El repertorio de Les Vieilles Canailles combina el cancionero de los tres amigos, con exuberantes arreglos a cargo de una big band de 22 músicos en la que se integran miembros de las bandas de Johnny, Eddy y Jacques. Desde el primer tema resulta evidente que el público es consciente de que se trata de una ocasión especial. La canción elegida para abrir el show es Les Playboys, de Jacques Dutronc. Y cuando el autor ejecuta su parte no pasa nada. Cuando Eddy canta su estrofa, tampoco pasa nasa. Solo cuando Johnny toma el micro el recinto se derrumba con la espectacular reacción de la multitud. Puro amor. Johnny se permite, incluso, provocar al público presumiendo de su estupendo y característico vibrato al prolongar su saludo (boooon soiiiiiir!) después de calentar con Noir c’est noir y C’est un rocker, el que sería su último single en vida como invitado en el álbum La même tribu de Eddy Mitchell en 2017.

Durante dos horas se suceden los éxitos, las bromas, los bailes, los guiños. Todo tiene un ambiente festivo, desenfadado y de absoluta despreocupación sobre lo que haya de venir al extinguirse el haz del último foco. Los tres tienen fraseos, registros y maneras muy diferentes, pero encajan perfectamente y se adaptan con desenvoltura a las canciones de los otros. Son amigos cerrando un bar a altas horas de la madrugada. De hecho, la mitad del escenario es una elegante barra a la que se acercan, cuando no les toca cantar, para tomar una copa y departir amigablemente con ese confidente que siempre se encuentra en un buen barman. Son unos viejos canallas. La noche es su elemento. El escenario, su cuadrilátero.

Eddy Mitchell, con su aspecto de oso bonachón, baila cómicamente en Noir c’est noir como parodiando aquel mashed-potato del Johnny mas ye-yé; Johnny finge tener púas en su ropa interior en Les cactus de Dutronc; Jacques besa a Johnny en la boca y aproxima con ternura su taburete antes de cantar a dúo Quelque chose de Tennessee, pero más tarde le toca encajar alguna broma sobre su relación con Françoise Hardy; todos se señalan mutuamente al final de J’aime les filles cuando dicen aquello de si vous êtes comme ça, téléphonez-moi (lui); Dutronc exhibe un extintor (extincteur) bajo la chaqueta haciendo un juego de palabras con el título de Il est cinq heures, Paris s’éveille antes de cantarla a dúo con Eddy; el Johnny más pendenciero se enfrenta a Eddy en Excuse moi partenaire y luego comparten su querencia por el rock intercambiando vinilos de 45rpm antes de interpretar a dúo Joue pas de rock and roll pour moi… Todo está ensayado, desde luego, pero todo es tan natural y desenvuelto entre estos tres ídolos septuagenarios que se asume y disfruta como espontáneo.

Los tres tienen también su momento de protagonismo individual, interpretando sin compañía dos de sus temas más emblemáticos. En el turno de Johnny se halla uno de los momentos más emocionantes del concierto. Después de un soberbio dúo con Eddy en Coleur menthe à l’eau en el que demuestra de sobra su excelente forma vocal a pesar de las circunstancias, aborda la siempre bienvenida Gabrielle. Un clásico imprescindible en sus shows desde 1976. Es entonces cuando el público se desboca, abandona sus asientos y se amontona en la valla a pie de escenario. Johnny no puede evitar reír ante el desesperado cariño de sus fans. Es una risa espontánea, franca y sincera. Una risa que, conociendo las circunstancias y el cercano desenlace, emociona. Nada importa, solo la felicidad del público. Durante el prolongado solo de armónica de Greg Szlap que adorna esta canción desde 2009 Johnny descansa, toma aliento para terminar la canción más rock del espectáculo. Después, sentado en el centro del escenario, regala una magnífica interpretación de Le pénitencier. Dada su exigencia vocal, se advierte una sensación de triunfo en la expresión de Johnny al terminarla. Me viene a la mente el Unchained Melody que registró Elvis Presley en Rapid City para el especial de la CBS, solo dos meses antes de morir. El esfuerzo de Elvis parece titánico, puro sufrimiento sentado al piano, su gesto al terminar es de alivio. En el caso de Johnny se trata de una victoria sosegada, transmite la serenidad de un hombre que sabe que lo ha dado todo y ha resultado vencedor. Nadie puede pedirle más. Es la vida, su vida entera, todo lo que guarda detrás de su mirada transparente, lo que nos está dando con ese Le pénitencier.

Solo queda la recta final. Los tres amigos presentes sobre el escenario cantan a tres voces las últimas cinco canciones, entre ellas Vieille Canaille de Serge Gainsbourg, con la que se han bautizado para la ocasión, y la divertida y dylaniana Et moi et moi et moi de Dutronc.

El último bis, como no podía ser de otra forma, es Toute la musique que j’aime, una celebración del blues y la música americana en la que Johnny hundió sus raíces musicales. Los tres con chaqueta de cuero, Johnny con guitarra al cuello. Puro rock. En Carcasonne, el 5 de julio de 2017, la imagen se repetirá por última vez. En esa ocasión Johnny invitará a sus dos hijas Jade y Joy a subir al escenario para decir adiós.

Y ya no volveremos a verlo nunca bajo los focos.

Les Vieilles Canailles – Le live ha tardado dos años en ver la luz. Eran tres las discográficas que debían llegar a un acuerdo. Por fin, el 8 de noviembre de 2019 apareció en diferentes formatos: vinilo, CD, DVD y bluray, y también en un cofre limitado y numerado que los reúne todos. La espera ha merecido la pena. Nos acercamos a su contenido con el debido respeto, como suele decirse en la debida disposición de cuerpo y alma, e incluso lo dejamos reposar un día una vez desembalado antes de sumergirnos en él, con el temor de que las imágenes pudieran dejarnos una sensación agridulce. Afortunadamente, no fue así.

El Johnny Hallyday que vemos en Les Vieilles Canailles – Le live es el último Johnny. No hay patetismo, pero conmueve. Emociona, pero sin lástima. Da todo lo que tiene. Da todo lo que pedimos. Todo lo que necesitamos. Nos da el último espectáculo de un artista enorme (y no lo suficientemente reconocido fuera de su país) que ha decidido permanecer hasta el último instante sobre el escenario.

Muestra la dignidad y la grandeza de un héroe trágico que, a pesar de todo, tiene ganas de reír. Una sonrisa desarmadora en medio de la lucha.

Nunca habrá ya nadie como él, es el último de su estirpe. Una forma de entender y vivir el rock and roll se extinguió la noche del 5 de diciembre de 2017.

Siempre Johnny. Eterno Johnny. Gracias por todo.

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