Concilio de sombras. Un cuento de Navidad…

31 de diciembre de 2020...

Cuatro sombras vigilaban al anciano maniatado.

La más voluminosa se apartó para mirar por la ventana. La calle estaba en silencio y las guirnaldas de bombillas se veían duplicadas en la humedad del asfalto. Por la acera opuesta se acercaba una figura solitaria. El ala del sombrero y las solapas alzadas de la gabardina ocultaban su rostro. Cuando llegó a la altura del edificio desde donde era observada, cruzó sin mirar. Esa noche no había tráfico.

Ya llega el reemplazo dijo la sombra sin apartar la vista de la calle.

A su espalda, las otras tres asintieron en silencio. El anciano dejó escapar un suspiro de resignación. Sabía que sus horas estaban contadas. Quizá fueran minutos. Tenía los tobillos sujetos al travesaño de una silla y las muñecas atadas detrás del respaldo. Notaba la sangre secándose alrededor del labio que la sombra más voluminosa le había partido de un derechazo.

Aquel gigante había abierto la puerta de una patada. Había arrojado un saco a un rincón y, sin darle tiempo a reaccionar, lo había derribado de un golpe con el lado plano de un hacha. Luego le aplastó la cara contra la moqueta mientras las otras tres sombras se deslizaban en la habitación. Y ahora estaba atado, en ropa interior y sangrando. El prisionero había tratado de entender la conversación de sus captores. La palabra «reemplazo» se repetía con frecuencia. El gigante parecía nervioso, se acercaba constantemente a la ventana y se desahogaba golpeando al prisionero o retorciéndole la nariz o una oreja. Las otras tres sombras mantenían una serenidad casi aristocrática.

Solo parecieron alterarse cuando el gigante avisó de la llegada del reemplazo y al escuchar los chasquidos quejumbrosos del ascensor. Desde el corredor llegó el eco de pasos aproximándose. El gigante se inclinó junto al oído del prisionero.

Si gritas te arranco la lengua susurró, y le metió en la boca un calcetín de lana.

Los pasos vacilaron. La puerta entreabierta y la cerradura reventada no debían inspirar confianza. El prisionero advirtió una mano que buscaba el interruptor a través de la rendija. El gigante empuñó su hacha y se plantó en dos zancadas ante la puerta.

La habitación se iluminó y la luz cegó al prisionero. Oyó golpes y forcejeos. Cuando se habituó al brillo, vio a tres hombres envueltos en capas con brocados y pedrería. Su gesto era severo y miraban la escena que se desarrollaba al otro lado de la habitación. Por fin podía examinar al gigante. Calzaba botas para la nieve y los rizos de su barba se confundían con el vellón del cuello de su pelliza. Tenía arrinconado a un joven con gabardina y sombrero, y balanceaba el hacha ante sus ojos aterrorizados.

¿Ves esto? preguntó el gigante con tono sorprendentemente mesurado. Es lo que te espera si tú también haces una chapuza.

El anciano prisionero escupió el calcetín y protestó:

 Oiga, yo he hecho lo que he podido con el material que me llegaba…

¡Tú te callas! rugió el gigante, volviendo el hacha en su dirección.

El joven de la gabardina aprovechó la oportunidad.

Verán, yo estoy aquí para completar el traspaso con mi predecesor dijo señalando al anciano maniatado. Sin embargo, me encuentro a tres imitadores de Elvis y a un leñador que…

¿Leñador? El gigante estaba rojo de ira. ¡Yo soy el mejor juguetero del mundo!

De acuerdo. El joven mostró las palmas de las manos, conciliador. ¿Pero qué hacen aquí? En el centro de control no debería haber nadie más que mi predecesor y yo.

Uno de los tres hombres que permanecían callados intervino:

Queremos asegurarnos de que esta vez…

…las cosas sean como deben ser completó el segundo.

Cueste lo que cueste añadió el tercero, apartando su capa para mostrar la empuñadura de una daga.

El joven de la gabardina tragó saliva.

¿Pero qué quieren de mí?

Para que lo entiendas: mi cometido es allanarles el camino. El juguetero señaló a los tres hombres de las capas. Cuando termina diciembre debo lograr que los malos momentos acumulados dejen de parecer tan malos; y ellos, días después y con todo en calma, dejan una segunda dosis de ilusión y esperanza renovadas.

Se acercó al saco que había tirado a un rincón al entrar y lo arrastró delante del joven.

Pero esta es la realidad por culpa de tu predecesor: miles de cartas de niños desatendidas su voz era lúgubre, porque no puedo hacer que sus abuelos vuelvan o que sus padres encuentren trabajo.

En ese momento irrumpió un escuadrón de hombrecillos y mujercitas de orejas puntiagudas, acompañados por el siniestro tintineo de los cascabeles de sus zapatos y gorros. Rodearon la silla del prisionero, la elevaron sobre sus cabezas y la sacaron al corredor.

¿Qué harán con él? preguntó alarmado el joven de la gabardina.

No es asunto tuyo. El tono del juguetero no admitía réplica. Pero asegúrate de que no tengamos que hacerte una visita como esta.

Y el juguetero salió de la habitación con el hacha al hombro, seguido por los tres hombres de las capas.

El joven de la gabardina se asomó a la ventana. Los hombrecillos y mujercitas de los cascabeles cargaban a su predecesor en un camión de reparto de congelados. «El Abuelo Frío», decía el rótulo. Cuando el camión desapareció, creyó escuchar también un trote que se alejaba. De camellos, quizá, o de renos remontando el vuelo.

Se quitó el sombrero y la gabardina, y abrió el saco del juguetero. Leyó una de las cartas al azar y empezó a comprender. Luego leyó otra, y otra, y otra más. Y así pasó su primera noche en el centro de control, hasta que leyó todas y cada una. Al amanecer tenía claro lo que esperaban de él.

Corrió el panel secreto y se sentó frente a una consola con pantallas, contadores, cronómetros, diales y botones luminosos. Conectó el micrófono y se dispuso a grabar su primer registro diario.

Uno de enero dijo. El agente MMXXI se incorpora al servicio…

Foto: imagen de la película «Noche de paz, noche de muerte» («Silent Night» – Steven C. Miller, 2012)

2 comentarios en “Concilio de sombras. Un cuento de Navidad…

    1. ¡Muchas gracias!
      Este cambio de año es lo que nos inspira…
      Dejar atrás 2020 y, en la medida de lo posible, olvidarlo y confiar en lo que esté por llegar.
      ¡Un saludo!

Deja un comentario