Jaime Urrutia y Los Corsarios. Nuevo Teatro Alcalá (Madrid), 16/04/2021.
«Mi buena estrella no se apaga más, me voy con ella hasta el final…»
Que un oportuno viaje de trabajo te permita salir de tu comunidad (con cierre perimetral) para viajar a Madrid precisamente la noche que Jaime Urrutia actúa con sus Corsarios en un teatro de la capital, podría considerarse una señal de que las nubes de una mala racha personal se despejan para dejar que una buena estrella asome entre ellas. Considerando además que quien escribe llevaba casi un año sin ubicarse bajo los focos de un escenario, la ocasión era más que prometedora.

Llegamos al Nuevo Teatro Alcalá con el tiempo justo y bien medido para poder instalarnos en nuestras butacas evitando filas o aglomeraciones en los pasillos. Con satisfacción observamos el gran trabajo de organización del recinto, que se había ocupado de precintar las butacas entre los núcleos de convivencia (¡la de expresiones que hemos incorporado a nuestro acervo últimamente y casi sin darnos cuenta!) reunidos allí. Sobre el escenario aguardaban los instrumentos de la banda. Un backliner retiró la guitarra de Jaime Urrutia, quizá para asegurar la afinación o calentar dedos en el backstage, señal inequívoca de que el inicio del recital era inminente.
Una recording del pasodoble Gallito (de Santiago Lope Gonzalo) convocó a los músicos al escenario. Abrió el concierto Delirios de grandeza, acompañada con palmas por un público que parecía querer demostrar su implicación desde el primer instante. Las ganas de música y el acierto en la construcción del repertorio quedaron confirmados con la siguiente canción, Tócala Uli, durante la que resultó difícil permanecer anclados a la butaca. Y es que a pesar del obligado parón del último año en el que Jaime Urrutia y sus Corsarios han podido ofrecer un número de conciertos que se pueden contar con los dedos de una mano, sonaban como un cañonazo. Lamentablemente los nuevos tiempos obligan, y antes del arranque del show se había prevenido por megafonía de la posible expulsión en caso de saltarse ciertas normas como no llevar mascarilla o levantarse del asiento.

Después de dos primeros temas de Gabinete Caligari, no tardó el maestro Urrutia en volver la espalda a la nostalgia recurriendo a su también brillante repertorio en solitario con ¿Dónde estás?, con un final alargado mano a mano con Juan Carlos Sotos y, una vez solucionado un leve problema técnico, Mentiras. A continuación llegó la célebre Cuatro rosas y la emocionante Amor prohibido. Como era de esperar en Madrid, entre el público había miembros de la familia Urrutia. Por supuesto, iba a llegarles una dedicatoria en forma de canción: la siempre festiva Castillos en el aire, con Esteban Hirschfeld elevando al cielo su melódica (curioso instrumento, híbrido de armónica y acordeón).

Hay ocasiones en que la poesía más evocadora se alía con la naturaleza y, respaldadas por un guiño tan travieso como cómplice del Universo, crean un instante mágico. Terciado el concierto Jaime Urrutia presentó el siguiente tema, Mi buena estrella, que confesó directamente influenciado por aquel asombroso hombre caído a la tierra llamado David Bowie. La dedicó a una pareja situada en primerísima fila, a la que no podemos dejar de considerar afortunada por recibir semejante obsequio en forma de canción. Especialmente cuando la iluminación del teatro salpicó a palcos y platea con una inmensa constelación de estrellas, más o menos a la misma hora en la que una bola de fuego (un bólido rozador que tocó la atmósfera) cruzaba el cielo de Madrid dejando una estela luminosa que fue visible durante casi un minuto. «Mirad, mirad mi buena estrella brillar. / Mirad su luz que es casi tan bonita como tú. / Mi buena estrella no se apaga más, me voy con ella hasta el final. / Miradla brillar…». ¡Pura magia!

Con la infalible El calor del amor en un bar volvimos a querer despegarnos de nuestros asientos y a desear que la fiesta continuase al acabar en barras y terrazas… ¡Todo llegará! Después de Completamente feliz y de un estupendo trabajo de Javi Sevilla en batería y percusión, llegó otro de los momentos cumbre del espectáculo con una de las más recientes incorporaciones al repertorio en vivo de Jaime Urrutia: Queridos camaradas. Un tema que, inspirado por la caída del Muro de Berlín y que apareció en el LP Cien mil vueltas (1991) de Gabinete Caligari, no deja de tener vigencia en tiempos de líderes desnortados y superados por la situación. Una interpretación brillante sustentada por los teclados de Esteban Hirschfeld, que suplieron el acordeón de la versión original de estudio, la marcial batería de Javi Sevilla y el contundente bajo de Juan Luis Ambite.

Querida tristeza fue celebrada con aplausos desde las reconocibles primeras notas, y es que el repertorio y la complicidad del público no decayeron en ningún momento. El maestro Urrutia describió el siguiente tema como un slow-time antes de abordar la lourreediana intro de Más dura será la caída, otro de esos temas que en el mundo anglosajón llaman un show stopper por la impresión de tiempo detenido mientras se aplaude su interpretación. Las sensaciones estaban en todo lo alto y aún podían elevarse un poco más con la alegre Suite nupcial, de la que Jaime Urrutia elogió los arreglos swing que Esteban Hirschfeld había ideado para la versión del LP Camino Soria (1987).
La recta final llegó con Aquí sin más, la única concesión del repertorio al (hasta la fecha) último disco de Jaime Urrutia, en la que una vez más demostró su excelente nivel vocal: esa voz profunda, tan particular, y ese característico vibrato que siempre emociona sin necesidad de florituras ni de esos maullidos melismáticos tan celebrados en múltiples talent-shows de televisión. Camino Soria y ¡Qué barbaridad! nos condujeron de la mano y casi sin darnos cuenta hasta los bises.
El primer bis fue Golpes, la primera canción publicada por Gabinete Caligari allá por el año ’82, en el mítico EP compartido con Parálisis Permanente. El maestro Urrutia recordó la importancia y buen hacer de aquellas compañías independientes en las que, con el dinero justo, un grupo como Gabinete Caligari podía encontrar su lugar e instalarse en el éxito. La sugerente Pecados más dulces que un zapato de raso y el tono agridulce de Nadie me va añorar precedieron a lo que parecía el fin de fiesta con la imprescindible La culpa fue del cha cha chá, canción que desde aquí no nos cansamos de reivindicar por el estupendo ejercicio literario de su letra, capaz de hilvanar tal profusión de metáforas taurinas sin naufragar en ningún momento. Pero Jaime Urrutia todavía guardaba un as en la manga, o quizá bajo la típica parpusa que lució sobre la frente toda la noche: tras una breve reflexión sobre la situación actual, el espectáculo se cerró con Solo se vive una vez.

Y entonces sí, ya no había amenaza de expulsión que valiera. Patio de butacas y palcos en pie, para transmitir con un caluroso y satisfecho aplauso todo el cariño que se le tiene a Jaime Urrutia y el respeto que merece su larga trayectoria, con y sin Gabinete Caligari. Siempre es un placer comprobar que quienes se hallan sobre el escenario han disfrutado tanto como los que estamos abajo. Y la expresión de Jaime Urrutia enlazado por los hombros con sus Corsarios en un saludo final, no dejaba lugar a dudas. A pesar de lo que diga la letra de Nadie me va añorar o lo que a veces deja caer en algunas entrevistas sobre lo discreta que podría llegar a ser su eventual retirada, en ese instante en que los focos se apagan después de una noche tan especial como la del viernes ha de tener la seguridad de que se le empieza a echar de menos en cuanto baja de cada escenario.
Después de disfrutar de un repertorio como el descrito, interpretado por una banda como Los Corsarios y un anfitrión de la talla de Jaime Urrutia, en un teatro madrileño con diáfano sonido y que brindó la más absoluta sensación de orden y seguridad, solo quedaba salir a la fría noche de la capital con el corazón caliente y una amplia sonrisa detrás de la mascarilla. Aunque el bullicio aún reinaba por las calles de la capital, la hora nos apremiaba a recogernos en el hotel antes del toque de queda. Esperamos que pronto, al acabar un concierto, podamos alargar la fiesta como merece en cualquiera de esos bares… (ya sabes, ¡¡qué lugares!!, tan gratos para conversar). Y que sea bajo la misma buena estrella que surcó el firmamento de Madrid este viernes, o de una más brillante si cabe. La buena estrella que marque el rumbo de la nave de Jaime Urrutia y sus Corsarios.
Allí donde nos lleve. Allí donde queremos estar.