Tom Jones en Las Noches del Botánico. 26 de junio de 2022, 22:15
En el corazón de la Ciudad Universitaria de Moncloa late un oasis cruzado por sendas, puentecillos, rosaledas y paseos en cuyo centro se levanta cada verano el escenario que alberga, desde hace seis años (más uno si contamos el vacío que dejó la pandemia en 2020), las llamadas Noches del Botánico. Este espacio lleno de vida vegetal que se adorna de acogedor misterio y proporciona umbrosa frescura en las tardes de verano al caer el sol entre pinares, enebros y castaños, fue el lugar idóneo para volver a dejar en libertad al Tigre de Gales.

A las 22:15, cuando la noche ya había refrescado un poco para perfeccionar el ambiente hechicero propiciado por una banda de jazz que podía escucharse desde cualquier punto del Real Jardín Botánico de Alfonso XIII, Tom Jones apareció sobre el escenario de la glorieta central. Acompañado solo de un piano arrancó el espectáculo encarando con lúcida sabiduría el inexorable paso del tiempo con la emocionante I’m growing old, de su último disco. Desde el principio quedó claro que la voz del Tigre de Gales, a sus recién cumplidos ochenta y dos años, sigue ahí para alcanzar los tonos más graves y adornarlos con su característico vibrato. El galés llegaba con Surrounded by time (2021) bajo el brazo y con intención de presentarlo como es debido. A diferencia de otros artistas que parecen no confiar en su material más reciente usándolo como tímida excusa para justificar una nueva y repetitiva gira de hits, Tom Jones llegó a incluir hasta ocho nuevos temas en el repertorio. Y es de agradecer que, aunque las miradas atrás sean inevitables y necesarias, un artista octogenario siga viviendo en el presente y no deje de mirar al futuro. Porque además el sonido de su banda y los arreglos de los temas más clásicos no están obsoletos ni oxidados, sino que suenan frescos, modernos y completamente vigentes. Así lo demostró enfrentándose de nuevo a la edad con una musculosa versión de Not dark yet, de Bob Dylan, después de dar las gracias en español («gracias, muchas gracias») y ya acompañado por la banda completa.

Tras mostrarse feliz por volver a actuar en Madrid, contradijo de nuevo la estrategia de otros compañeros de profesión al no dejar los grandes éxitos a modo de descarga final. Como tercer y cuarto tema del repertorio sonaron It’s not unusual, revestida de aires latinos y acompañamiento de congas y acordeón, y What’s new pussycat?, en la que Tom Jones supo ganarse la complicidad del público invitándonos a corear los célebres woooh uoh uoh uoooooh…

Sentado sobre un taburete y arropado por un excelente juego de percusión, interpretó la atmosférica y cautivadora The windmills of your mind, segunda novedad de su último disco. A continuación, con la testostéronica Sex bomb reconvertida en un enérgico blues, volvió a epatar al público con su incólume vibrato desde las primeras líneas (Spy on me baby, use satellite…) interpretadas a capella. Volvió a usar el español para pedir una botella de agua («agua mineral con gas o sin gas») antes de abordar otro de los temas de su nuevo disco, la divertidísima Pop Star de Cat Stevens.

Uno de los momentos más intensos y esperados por nuestra parte llegó con la melancólica Green green grass of home, seguida de un nuevo tributo a Bob Dylan (al que definió como «el mejor escritor de canciones»). La versión de One more cup of coffee que aparece en su nuevo disco fue para nosotros un incuestionable showstopper. Emociones y vida a flor de piel.

Gritos de I love you y Te quiero, procedentes quizá de la zona de la pista en la que se agitaba una bandera con el galés Ddraigh Goch, fueron respondidos por Jones con un provocador I love you too. A continuación se atrevió con Talking Reality Television Blues, un inusual y ácido recitado con el que, a sus más de ochenta años, se ha aproximado al hip hop en su último disco. Con el acompañamiento de un atmosférico teclado y casi a voz desnuda interpretó I won’t crumble with you if you fall, seguida de un homenaje a Leonard Cohen con Tower of song.

Convertida en una animada y deliciosa cumbia llegó la infalible historia de Delilah, cuya letra parece increíble que todavía no haya sido señalada por los biempensantes Guardianes de la Verdad. Con la voz reforzada por un efecto reverb Tom Jones interpretó a continuación Lazarus man y una siempre sugerente You can leave your hat on en la que pudimos escuchar su característica risa y comprobar que, aunque ahora despierte cierta ternura, conserva el brillo pícaro en la mirada y pólvora en sus caderas. Con dos hits indiscutibles como If I only knew, coreada a placer por el público, y el esperado homenaje a («el último gran genio») Prince con la sensual Kiss, llegó el momento de abandonar el escenario para dejarse querer y ser reclamado para una breve tanda de bises.

El primero fue la emocionantísima One hell of a life, una canción lúcida y con sabor a despedida. Escuchar a Tom Jones hablar de sus cenizas arrojadas desde un acantilado es sencillamente sobrecogedor. Con una intro a modo de sitar llegó el último guiño a su álbum más reciente con No hole in my head y para terminar, manteniendo el tono festivo, un placentero homenaje a Sister Rosetta Tharpe. Para presentar Strange things aludió a la importancia que la legendaria blueswoman (y precursora del rock and roll) tiene en el nuevo biopic que Baz Luhrmann ha rodado sobre Elvis Presley (con Austin Butler y Tom Hanks) y que precisamente habíamos visto esa misma tarde en el Cine Ideal de la calle Doctor Cortezo.

Y así, después de tenernos varios minutos coreando aquello de que hay cosas extrañas sucediendo todos los días, Tom Jones presentó a la banda y con un God bless all of you nos dejó con el corazón bien acomodado en una cálida noche de verano en la que el Tigre había vuelto a defendernos del mundo con su rugido resonando entre la oscura vegetación.
Por nuestro bien y felicidad, que nunca deje de rugir.