Nat Simons y el cascabel de Felina

Nat Simons – Felina Tour, fin de gira. CC Manuel Benito Moliner de Huesca, 3 de diciembre de 2022, 20:30h

¿Cuántas vidas tiene un felino? ¿Cuántas mutaciones caben en una artista?

Nat Simons parece dispuesta a dar respuesta a ambas cuestiones. Su tercer LP, publicado en 2021 y apropiadamente titulado «Felina», supuso un cambio radical respecto a los dos anteriores («Home on high» y «Lights»), que exploraban el sonido americana y se sumergían en la inmensidad de bosques poblados por espíritus. No solo buscó un nuevo rumbo musical y estético, sino que lo hizo también mudando de idioma para expresarse. Más rock, mucho más rock, y ahora en castellano.

Si podía surgir alguna duda sobre el éxito de este giro era en cuanto a cómo articular un repertorio en directo que combinase ambos estilos, personajes, energías e idiomas. El Felina Tour de Nat Simons llegaba a su final el pasado 3 de diciembre en una de sus casas, Huesca, para demostrar que el sabor del cocktail resultante no solo es satisfactorio y estimulante, sino que también es adictivo. La fecha, además, no dejaba de suponer una curiosa coincidencia: el 3 de diciembre de 2013, nueve años atrás, se publicaba en formato digital su primer álbum, Home on high, antes de ver la luz en formato físico en abril del año siguiente.

Arrancó el show con Finale, la penúltima de las nueve canciones (nueve, como las vidas de un gato en países anglosajones) que conforman su último disco y que redondea la narración del nuevo personaje que lo protagoniza a modo de Ziggy Stardust: una aspirante a estrella que para alcanzar sus sueños húmedos de rock no duda en vender su alma al diablo. De hecho, al principio de la gira Nat Simons lucía un mono a la manera de los que Kansai Yamamoto ideó para el alter ego alienígena de David Bowie. Así, asistimos a una mutación dentro de la nueva mutación, otra vida nacida de la más reciente, el enésimo salto mortal, al mostrar otra evolución estética sobre el escenario. El outfit a lo Bowie desapareció en Huesca en favor de un look que remite al de Annie Clark de St. Vincent en Glastonbury o al de Cherie Currie de The Runnaways, quizá más idóneo para la exigencia física que requiere el vigoroso nuevo repertorio.

Después de Televisión, también del álbum Felina, quedaba bien claro que aunque llegaban con muchas ganas de rock no iban a dejar de lado sus anteriores trabajos. Nat se colgó la guitarra por primera vez en la noche para abordar The way it is (del disco Lights), que dio pasó a una irresistible versión de Learning to fly del añorado Tom Petty, acompañada por las palmas de un público que no tardó en mostrar su complicidad. El guiño a Petty sirvió para introducir el homenaje que esconde Extraña religión a este rompecorazones que (literalmente) quebró el nuestro al dejarnos tan repentina e inesperadamente en octubre de 2017. A continuación llegó una de esas canciones con historia: en este caso, con Trouble man, la de un hombre que siempre busca problemas y la de una mujer que conjura los malos romances y que, como no podía ser de otra forma, «termina fatal». A estas alturas, y con una canción que evidenció la epatante versatilidad de la voz de Nat Simons, no quedaba ya ni un resquicio de duda sobre si un repertorio que mezclaba tantas sonoridades alternando inglés y español iba a resultar eficaz.

Un riff de sabor glam a cargo de Anxel Solana introdujo You just can’t imagine para que el atmosférico teclado de Elena García nos transportara a un Londres donde dejamos ilusiones e inocencia. Precisamente la voz de Elena se entretejió con la de su hermana Nat para la siempre emocionante Another coffee and cigarette day.

El nuevo camino emprendido por Nat Simons no deja de lado los primigenios referentes. Aludiendo a la reflexión de Bob Dylan en cuanto a que una canción no puede cambiar el mundo, confesó ser «una ilusa dispuesta a intentarlo». Lo hizo con una potentísima People encadenada con Ain’t got blues en una arrolladora locomotora que pedía que el público, visiblemente excitado por la contundente descarga eléctrica, se dejara arrastrar del todo. Pero los asientos de un patio de butacas cohíben y aún costaría un poco poner en pie a los asistentes. El triunfo de la velada era evidente y parecía buen momento para desnudar el corazón con una adaptación de Mona Lisa smiled de The Quireboys, cuya deliciosa melodía fue perfeccionada por la sinceridad y alma con la que la interpretó (y la vivió) Nat Simons. Después de hablar de rupturas era hora de reunir las piezas aunque fuera para trazar un Macabro plan, tema cuya génesis oscense reveló Nat al contar que fue compuesta durante un inspirador retiro en Graus.

En la sensual Ley animal los teclados tuvieron especial protagonismo para acompañar a Nat Simons en una metamorfosis, ante nuestros atónitos ojos, que hubiera podido filmar Jacques Tourneur: desde las primeras líneas cantadas con dulce ingenuidad a la fiera pantera del estribillo. Se hacía necesaria ya una pequeña tregua que llegó con la presentación de la banda: los infalibles Tweety Campmany y Pablo Rodas a la batería y el bajo respectivamente, Elena García a los teclados y voces, y a las guitarras Laura Solla y Anxel Solana. Este último fue el encargado de presentar a la frontwoman como… Nat fuck*n Simons!! Los bises llegaron después de Déjalo ser, en la que los teclados de Elena fueron de nuevo protagonistas.

El público reclamaba el regreso de los músicos y Nat Simons se plantó sola en el escenario con la guitarra al hombro y atacó la dulce No one compares, a la que se fueron uniendo primero Anxel y después la banda al completo para conducirla a un enérgico final. El asiento de las butacas parecía quemar cuando llegó una potente sorpresa en forma de versión de The hand that feeds de Nine Inch Nails. Con Nat Simons arrodillada ante un amplificador, sentada después al filo del escenario y luego mezclándose con los asistentes en el patio de butacas, el público ya no pudo resistirse a ponerse en pie y acompañar con palmas. Pura energía y magnetismo felinos que nos llevaron, megáfono en mano, hasta el apoteósico final con Big Bang, olvidadas las butacas y muy atrás las posibles dudas sobre un audaz y absorbente repertorio.

Nat Simons y la banda se despidieron con la sonrisa pintada en sus rostros, evidentemente satisfechos de su trabajo y su resultado. Después de que la outro a cargo de Children and the revolution de T-Rex nos devolviera a la ordinaria realidad que revelan los focos cuando su luz se desvanece en el escenario y se ilumina la sala, frontwoman y músicos se acercaron al público en los pasillos del Centro Cívico Manuel Benito Moliner para saludar, cosechar sensaciones y firmar discos convertidos en preciado souvenir. Nuestro botín de la noche, además de un estupendo concierto de esos que dejan con ganas de más, fue un poster dedicado y autografiado por toda la banda. ¡Gracias Nat! ¡Gracias Anxel, Elena, Laura, Pablo y Tweety!

¿Y en cuanto al futuro después de poner el broche final al Felina Tour?

Parece que 2023 se estrenará con un ilusionante proyecto bajo el brazo. Nuevas canciones, prometedoras colaboraciones y gira por salas en el luminoso horizonte. No es cuestión de desvelar secretos ni adelantar sorpresas, así que solo podemos recomendar una cosa: pónganle un cascabel a esta felina.

Un cascabel que permita seguirle la pista, saber qué trama y por dónde se mueve para estar preparados cuando revele una nueva vida, quizá otra mutación, cuando de nuevo trate de contradecir al viejo Dylan cambiando el mundo con una canción.

Durante el invierno afilará sus garras y debemos estar prevenidos para caer sin remedio ni resistencia entre ellas. Meow!!

Deja un comentario