Ariel Rot, gira Hablando solo, 25º aniversario. Sala Oasis de Zaragoza, 21 de abril de 2023. 22:00h.
«Al estilo lo llevaron detenido / la elegancia ahora viaja en ambulancia / parece que el buen gusto estuviera prohibido / voy a encender una vela por si aún queda una esperanza…»
Así de inquieto y crítico se manifestaba Ariel Rot con el panorama musical hace ya dos décadas con la canción «Lo siento, Frank» que, invocando al viejo ojos azules, abría y daba título a su estupendo disco de 2003. A punto de cruzar el segundo cuarto de este siglo, aquel texto de Ariel Rot se antoja tan lúcido y acertado que casi parece profético. La fabricación en serie de divas y divos entronizados por un público adocenado y teledirigido auguran un lóbrego futuro donde la música en directo (ejecutada en vivo por músicos e instrumentos reales queremos decir) sea una cuestión secundaria en macro espectáculos de entretenimiento acrobático, con profusión de recursos escenográficos y monumentales cuerpos de baile que pretenden enmascarar (a veces a duras penas) la vaciedad y ordinariez de mensajes y actitudes.
Rara (o ninguna vez) me detengo a cavilar sobre algo así durante un concierto, solo me dejo llevar, y la reflexión suele llegar a posteriori. Sin embargo esa idea me asaltó escuchando el solo de guitarra de Ariel Rot en la canción El mundo de ayer, al filo del escenario y mirando al tendido, durante su show en la sala Oasis de Zaragoza el pasado 21 de abril. Fue uno de esos instantes en los que salta la chispa y el tiempo queda en suspenso. Es entonces cuando se produce la magia y solo existe el embeleso propiciado por un instrumento en manos de un virtuoso, tan honesto como elegante.

Ariel Rot había llegado a Zaragoza para celebrar el 25º aniversario del disco «Hablando solo», el primero que publicó en solitario tras cerrar una triunfal etapa con Los Rodríguez. A las 22:00 horas y flanqueado por los infalibles Ricardo Marín a la guitarra y Tito Dávila a los teclados, se plantó en el escenario con botín y pantalón de cuero negro, blazer clara, gafas de lentes tintadas y su Gibson 335 al cuello para arrancar sin miramientos con Vals de los recuerdos, llevada a lo más alto con un solo de guitarra que casi sonó como una declaración de intenciones: catapultados por sus seis cuerdas íbamos a regresar a un tiempo en el que el rock (¡y el rock en español!) ocupaba un lugar predominante en el panorama musical nacional. Después de Hasta perder la cuenta, adornada con unos punteos de aires bluesy, Ariel saludó al público y celebró volver a Zaragoza con la misma banda que le acompañó en su momento para presentar el álbum «Hablando solo» en La Casa del Loco. Un breve discurso sobre la aventura que supone tener una banda y vivir en la carretera le sirvió para introducir la potentísima Hoja de ruta, en cuya letra insertó una rápida presentación de los excelentes músicos que viajan de nuevo con él.

A continuación nos invitó a bailar suave, despacito, con el hechicero funky de Te busqué, que en su delicado arranque quedó algo empañada por conversaciones y desconsiderados murmullos que llegaban del fondo de la sala. Afortunadamente la música y el buen hacer pueden con todo y pronto los más despistados volvieron al redil para acompañar con palmas el resto de la canción y recibir como merecían a los gatos callejeros que cantan blues en la deliciosa Al amanecer.

Ariel cambió la flamante Gibson roja por la vieja Telecaster para abordar El mundo de ayer, conduciéndonos a ese instante del que hablábamos antes: ese chasquido de dedos que te transporta a un lugar seguro y más amable en el que lo que único que cuenta es la integridad de un músico y de una melodía que no necesitan de artificios ni trampantojos para despertar las más profundas emociones. Un guitarrista trascendiendo los límites del escenario, destilando clase en cada nota y gesto, mirando al infinito con un sonrisa, haciéndonos suyos, haciéndose nuestro.

El recuerdo de los viejos amigos invitó a continuar con, en palabras de Ariel, el alto voltaje emocional. Cantándola al principio casi a capella, y acompañado por el rendido público después, llegó Adiós carnaval para desplegar un crescendo de emociones culminado por una intensísima segunda mitad. La festiva Dos de corazones distendió el ambiente y la participación se desató con Bruma en La Castellana, ocasión que Ariel no desaprovechó para jugar con el público, «como supervivientes reunidos en una sala de rock and roll». ¡No hay mejor piropo! A continuación presentó «un tema apocalíptico escrito hace veinticinco años»: rodeados de lobos y sin la esperanza de un milagro llegó La última cena, en la que Ricardo Marín se lució con un solo de guitarra. El descubrimiento de que existen Geishas en Madrid (de nuevo con Ariel Rot haciendo su seductora magia al filo del escenario) nos hizo confesarnos esclavos de ciertos Vicios caros, con la guitarra de Marín otra vez como protagonista.

«Lo que viene ahora es, para nosotros, un momento sagrado». Así presentó Ariel Rot uno de los mayores éxitos de Los Rodríguez. Aunque escrita ya en los tiempos de Tequila, fue con la voz de Andrés Calamaro como copó las listas esta hermosa balada que indudablemente habla de amor, pero de un amor oscuro que discurre por su ambigua letra. Ariel terminó la canción con la rodilla en tierra, y no es difícil suponer que su pensamiento voló en busca de su compadre Julián Infante.

Un poquito de swing instrumental con Las confesiones de un comedor de pizza, para la que el bajista Jacob Reguilón se adelantó a primera línea del escenario, nos llevó de la mano hasta el centro de la pista para disfrutar de un Baile de ilusiones (con final stoniano a lo Brown Sugar en el que Ariel invitó al público a levantar los brazos y exclamar «uuuh!!» varias veces), a la que se encadenó Necesito un trago. Con Ariel Rot poseído por el espíritu de Chuck Berry terminó el set principal.

Tras una breve salida regresaron al escenario y Ariel afirmó que «nos gustan las canciones tristes, así que vamos a llorar un poco». Y lloró la vieja Telecaster, acompañada por la rítmica de Ricardo Marín, en la conmovedora Cenizas en el aire. Las mazas de la batería de Pablo Serrano reforzaron la épica del último tercio de canción. La tristeza mutó en una agridulce y nostálgica melancolía propuesta por una introducción de aires porteños que nos guio hasta una cantina disimulada entre tinglados y grúas. Allí nos aguardaba el embrujo trágico de «una rubia loca que bailaba sola hasta el amanecer» en La milonga del marinero y el capitán.

Ariel improvisó con la guitarra un acompañamiento para los «oeeéh oéh-oéh oeeéh» que se extendieron por el público después de un conato de «Seven Nation Army» de The White Stripes, que al parecer se ha hecho imprescindible allí donde se reúna un nutrido grupo de personas que tengan algo que celebrar. El ambiente festivo exigía cerrar el show por todo lo alto y el irreprochable broche final llegó con Dulce condena, una de esas canciones en las que todo encaja a la perfección, que fluye y te arrastra irresistiblemente.

La celebración del 25º aniversario del estupendo álbum Hablando solo es la excusa perfecta para recuperar viejos temas, reunir a los compañeros y amigos de pretéritas aventuras y devolvernos las mejores sensaciones. Zaragoza era la segunda parada de una gira que seguirá rodando por un país que, ya saben, «es para escucharlo». No hay mejor decisión que acudir a una de las citas todavía pendientes. Sobre el escenario hay músicos históricos, no máquinas ni autómatas. Los instrumentos mandan y los textos redondean el conjuro. De las heridas de la vieja Telecaster de Ariel Rot mana vida y de sus cuerdas siguen prendidos nuestros recuerdos. No hay trampa más allá de los viejos y cándidos trucos del rock and roll.

La última noche, bajo los focos de la sala Oasis de Zaragoza solo encontramos honestidad, clase y decoro. Una masterclass de buen hacer musical lejos del mainstream teledirigido.
Esperamos que dentro de unos años todavía queden, como dijo el propio Ariel durante el concierto, «supervivientes reunidos en una sala de rock and roll». De lo contrario, deberemos volver de nuevo la vista atrás y desempolvar con una sonrisa esquinada aquella canción de 2003 que continuaba…
«El poeta está aburrido y le sobran los motivos / la canción cumple condena por ser demasiado buena / yo lo siento, Ariel, lo siento de verdad / pero esto es simplemente lo que hay…!
Ariel Rot. Gira Hablando Solo, 25º aniversario. Sala Oasis de Zaragoza, 21 de abril de 2023:
Vals de los recuerdos / Hasta perder la cuenta / Hoja de ruta / Te busqué / Al amanecer / Mi amor se fue / El mundo de ayer / Adiós, carnaval / Dos de corazones / Bruma en La Castellana / La última cena / Geishas en Madrid / Vicios caros / Me estás atrapando otra vez / Las confesiones de un comedor de pizza / Baile de ilusiones / Necesito un trago // Cenizas en el aire / Milonga del marinero y el capitán /// Dulce condena