Cuti canta a Elvis, edición 2023. Las Armas, Zaragoza. 26 de agosto de 2023, 22:00h
Fue Gabriela Lady Rock Añaños quien nos dio la clave en el restaurante Las Armas, justo antes de que en la sala contigua empezara el tradicional homenaje que Cuti Vericad brinda cada agosto a Elvis Presley: «nos perdemos la pista, vamos cada uno por nuestro lado», nos dijo Gabi con una sonrisa de oreja a oreja, «pero es Cuti quien nos termina reuniendo todos los años para esto». ¡Y cuánta razón tiene! Desde la primera vez en el Whisky Viejo, allá por 1994, Cuti celebra anualmente la memoria de Elvis en el mes que se cumple un nuevo aniversario de su (¿supuesta?) muerte. Y cada año suma una canción más al repertorio. Así, este año eran cuarenta y seis los temas previstos; uno por cada año transcurrido desde aquel aciago 16 de agosto de 1977. Cuti promete continuar con esta fórmula hasta 2027, cuando el repertorio alcance la abrumadora cifra de cincuenta canciones. ¡Que Elvis lo ampare y que aún tengamos algo que peinar en nuestras cabezas cuando llegue ese día!

Cuti apareció sobre el escenario con su guitarra a las 22:00, dedicando el inicio del show a Laura Gómez-Lacueva y Salvador Garrido (Salvatore Stars). Y es que no solo nos reunimos allí quienes estamos, sino también los que nos faltan. ¿Quiénes sino Elvis y Cuti podrían realizar el conjuro? Acompañándose solo de su guitarra Cuti interpretó I love you because, de aquellas primigenias sesiones en Sun Records en el ecuador de la década de los ’50s. A continuación, sentado al piano y todavía solo sobre el escenario, nos llevó al final de la carrera de Elvis con una epatante Unchained Melody. Elvis interpretando esta canción en el especial de CBS de 1977 despierta emociones encontradas, es tan doloroso confirmar su declive físico como sobrecogedor ver su expresión de triunfo, casi infantil, cuando logra culminar con éxito el exigente final. Así, con los dos primeros temas Cuti sentaba ya las bases del espectáculo y hacía toda una declaración de principios: no pensaba dejar de lado ninguna de las etapas que conforman la compleja carrera de Elvis, no iba a construir el repertorio en torno a los temas más obvios sino que venía a ofrecer una valiosa masterclass de historia de la música norteamericana con Elvis como catalizador, y tampoco pretendía imitar (y mucho menos disfrazado, a Dios gracias) como hacen ciertos impersonators que caen en la parodia y el auto-ridículo. Y es que el tradicional homenaje de Cuti a Elvis se caracteriza precisamente por el respeto, la honestidad y la admiración. Por eso nos reúne. Por eso seguirá haciéndolo.
Sin abandonar el piano Cuti fue convocando uno a uno a los miembros de la banda con cada uno de los siguientes temas: Don’t sirvió para presentar a Alex Comín a la guitarra eléctrica, Let it be me (Je t’appartiens) fue interpretada a dos voces con el guitarrista rítmico Alejandro Castro, una bellísima Peace in the valley lo fue a tres voces incorporando al bajista Willy García, y con I’m so lonesome I could cry (¡eterno Hank Williams con adornos yodel!) Cuti dio la bienvenida a su «hermano» José Luis Seguer Fletes en la batería.

Cuti volvió a colgarse la guitarra ocupando el centro del escenario para demostrar su versatilidad vocal con el falsete de Blue moon. Recordó al legendario Gordon Lightfoot, fallecido hace pocos meses, antes de entonar Early morning rain y llevarnos de nuevo al 706 de Union Avenue con Blue moon of Kentucky y You’re a heartbreaker. Sin abandonar la década de los ’50s sonaron One night y That’s all right mama (¡la canción que lo inició todo casi por accidente a través de las ondas de WHBQ!). Con las travesuras de Little sister (y su hermana mayor) Cuti salió al filo del escenario para confirmar su solvencia con las seis cuerdas brindando un largo solo de guitarra. A continuación reclamó la presencia de Francho Angás y su armónica, volviendo la vista a aquellos viejos buenos tiempos del Kezka (recordemos que Fidel Baviano, su propietario, estuvo directamente implicado en la primera maqueta de Los Dynamos donde militaron Cuti y Francho). Big boss man (imposible no recordar a Elvis repartiendo estiba en una feria en un atípico especial navideño) se adornó con un sorprendente excerpt de Sex and drugs and rock and roll de Ian Dury y I’m left you’re right she’s gone dio paso a la divertida The girl of my best friend, que contó con la colaboración del publico en coros y palmas. Cuti lanzó entonces una pregunta a la que él mismo respondió: «¿Sabéis quien es Doc Pomus? ¡Pues si no lo sabéis es vuestro fuck*ng problema!». La introducción perfecta para regalarnos dos temazos escritos por Pomus mano a mano con Mort Shuman: (Marie’s the name of) His latest flame y Suspicion, culminada con un breve coro final que recordaba el cierre de Born to run de Bruce Springsteen.

Regresó Cuti al piano para ofrecer una sentida y emocionante interpretación de And I love you so (ay, ese solitario Elvis de mediados de los ’70s con los pies hundidos en el mud y el mood del más sufriente country). Las festivas Love me y All shook up (con las teclas de Cuti alistándose en la avernales filas de Jerry Lee The Killer Lewis) dieron paso a otro momento de gran intensidad con Bridge over troubled water de Simon & Garfunkel. La armónica de Francho Angás volvió al escenario para compartir Hound Dog y King creole, con Cuti poseído esta vez por el espíritu de Dr. John. Buscando gresca con Trouble, dejamos atrás el pantano y el French Quarter para cruzar el paso de peatones de Abbey Road con Something. Como no podía ser de otra forma Cuti le dedicó este tema de los Fab Four escrito por George Harrison a otro ausente, Iñaki Fernández de Green Apples, que nos dejó el pasado febrero. A continuación sonaron casi sin descanso Don’t be cruel, Mess of blues (con Cuti arañando sonido Hammond trenzado con la armónica de Francho), Heartbreak Hotel, Help me make it through the night y Lawdy Miss Clawdy.
Cuti contó que el siguiente tema sonó a todo volumen en su segunda boda (bajo rito tibetano en São Paulo) antes de dedicárselo, por supuesto, a Carolina Negrao de Souza. Al escuchar Always on my mind coreada en su tramo final por todo el público, nos preguntamos (y lamentamos) por qué Elvis nunca interpretó esta canción en directo a pesar de existir registros de ensayos. De nuevo los participativos coros del público impulsaron The wonder of you antes de abordar una soberbia I just can’t help believin’ en la que un solo de guitarra de Alex Comín suplió el crescendo de metales de la grabación original. Este segundo bloque con Cuti al piano culminó con If I can dream, el conmovedor y apasionado himno que cierra el mítico especial navideño para NBC conocido como ’68 Comeback Special.
Para la recta final Cuti volvió a colgarse la guitarra. Mientras la afinaba improvisó un monólogo que casi recordó los erráticos discursos de Elvis en 1974, en el que cupieron Federico Martín Bahamontes y la Vuelta a Asturias, la relación de Arnold Schwarzenegger y los gladiadores con las legumbres y la levadura, y las supuestas caras de vírgenes que asomaban entre el público. El coronel Parker, seguro, lo habría comercializado bajo el título Having fun with Cuti on stage!

El último bloque del show arrancó de nuevo en 1968 con Baby what you want me to do? y otro estupendo solo de guitarra de Cuti al filo del escenario. A continuación llegaron una fabulosa Mistery train en la que la armónica de Francho Angás sonó como el silbato de una locomotora en un endiablado final al que se asomó Folsom Prison Blues de Johnny Cash, la siempre sensual Fever (en la que una pareja del público gritó el nombre de Cuti en el momento clave donde la letra dice aquello de I light up when you call my name…), la exigente It’s now or never en la que Cuti derrochó voz, una inesperada Never been to Spain de Three Dog Night que Elvis incluyó en sus shows de 1972 en el Madison Square Garden de New York, una personalísima Blue suede shoes seguida de Promised Land (porque nunca nos debe faltar una dosis de Chuck Berry) y Release me, antes de anunciar la canción número cuarenta y cuatro del repertorio.
A estas alturas del show Cuti aseguró sentirse muy orgulloso tanto de sí mismo como de los chicos, aludiendo a la banda que lo acompañaba, y por supuesto de vosotros (nosotros) como público. Suspicious minds desató el delirio y convirtió la cita en una rave desenfrenada, con el público tratando (solo tratando) de emular las peculiares sentadillas que Elvis ejecutaba en 1970 durante esta canción. El final obligado llegó, por supuesto, con Can’t help falling in love, tema de la banda sonora de la película Blue Hawaii que puso el broche de oro a todos los recitales de Elvis desde 1969 (con alguna excepción en 1971). Y de propina, para completar el número de canciones prometido, se lanzaron a por una enérgica versión de Burning love que dejó bien arriba las sensaciones. Cuti bromeó afirmando que «el presidente de la Federación Aragonesa de Rock and Roll no dimite!» (en referencia al último circo) e invitó al público a repetir a capella las últimas líneas de Can’t help falling in love antes de despedirse con su banda entre aplausos.

¡Al mirar el reloj comprobamos que la fiesta había durado más de tres horas!
Homenajear a Elvis Presley sin caer en lo obvio y predecible, acercando ciertas canciones a nuevas sonoridades haciéndolas propias y además evitar la tentación de remedar movimientos y gestos que habrían de terminar resultando grotescos, no parece tarea fácil. Pero Cuti sabe hacerlo, puede hacerlo, quiso hacerlo y, una vez más, lo hizo. Para nuestra felicidad volvió un año más a reunirnos a todos bajo unos focos donde no se adivinaba el destello kitsch de las lentejuelas, sino un palpable respeto y entusiasmo por el extenso y complejo cancionero de Elvis con sus luces y sombras: del hillbilly cat al tótem de Las Vegas, de la (agotadora) ligereza de Hollywood al más profundo fervor espiritual (quizá echamos de menos un poco más de gospel en el repertorio, que solo se tanteó con Peace in the valley), del lirismo post-army en Nashville al músculo de American Sound y Stax, de la sastrería de Bernard Lansky en Beale Street a las capas y rhinestones de Bill Belew, pasando por el gold lamé y el cuero negro… Hay muchos Elvis y cada Elvis tuvo diferentes voces. Y cada una de ellas, única. Por eso Cuti le rinde tributo con su propia (y ojo, también más que notable) voz. Eso es lo que queremos y necesitamos. Lo más valioso es la incuestionable honestidad del admirador.
El año próximo Cuti amenaza con volver a cantar a Elvis. Serán entonces cuarenta y siete canciones (oh, it’s funny how time slips away!). Tenemos una cita. Allí nos volveremos a reunir con una sonrisa.
Hasta entonces, Elvis cuidará de nosotros. God bless you!
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PS: Cuti nos reunirá un poco antes, el próximo 11 de noviembre en la zaragozana sala Oasis, presentando su nuevo disco La venganza del samurái.