Yago y Los Olvidados. Rompecabezas en Centro Musical Las Armas, zaragoza. 27 de octubre de 2023, 22:00h.
Desde que descubrimos el buen hacer de Yago y Los Olvidados abriendo en formato acústico el concierto que Jaime Urrutia ofreció en el zaragozano Teatro de las Esquinas en febrero de 2019, decidimos que había que seguir la pista de esta banda. Entonces todavía no habían publicado su primer LP, 4.999cc, pero la dupla que forman Yago Alonso y Carlos Burguete venía ya respaldada por su intensa y multipremiada aventura con Voyeur. Así que poco miedo, porque nuestra apuesta parecía segura.
La noche del viernes 27 de octubre nos citaban en el Espacio Musical Las Armas para presentar un sugerente díptico titulado Rompe/Cabezas, con algún cambio en la formación y reforzados por una luminosa sección de vientos. Aunque el aforo de la sala no se completó, la noche terminó siendo una de esas fiestas que se inauguran con cierta timidez pero que felizmente acaban animándose de forma casi inconsciente hasta culminar por todo lo alto con un baño multitudinario en la piscina del jardín.
Gabriela Gabi Añaños, más conocida como Lady Rock en estos ámbitos y menesteres, se encargó de la selección musical previa al concierto. Mientras el goteo de gente iba llenando la sala, Lady Rock hizo honores desde su mesa a (entre otros) M-Clan (En el barrio), Jaime Urrutia (Castillos en el aire y la versión con amigos de ¿Dónde estás?), Kiko Veneno (Memphis Blues again) o Radio Futura (Veneno en la piel). ¡Un cocktail infalible como aperitivo!


En torno a las 22:00 Los Olvidados tomaron posiciones en el escenario para recibir a Yago Alonso que, copa de tinto en mano y blazer blanca, se lanzó casi a voz desnuda a por las primeras líneas de Bienvenido, tema que abre la segunda pieza del estimulante Rompe/Cabezas que nos reunía allí. Sin abandonar «Cabezas» llegó la enérgica Amores suicidas, en la que Yago reclamó la complicidad del público (algo tímido en el primer tercio del show) asomándose al filo del escenario. Colgándose la guitarra Yago afirmó que se trataba «una noche especial entre amigos y familia» antes de introducir a los tres metales que conformaron la sección de viento: Xavi Nadal al saxo, a la trompeta Sergio Agraz y, al trombón, Javier García Vega, al que presentó como «maestro del arreglo y loco del trío de metales». Con este refuerzo interpretaron Cruce de caminos, tema extraído de la primera mitad del díptico «Rompe/Cabezas».

Usando sobre el mástil de su guitarra un capo rescatado de entre el adorno vegetal del micrófono, Yago hizo frente al molesto murmullo (algo que está empezando a ser irritantemente generalizado durante los conciertos en esta y otras ciudades) mientras entonaba la también reciente No soy el mismo. Quizá el material más nuevo tenía algo despistado al público, por lo que Yago preguntó audazmente «¿estamos vivos o no?», antes de volver la vista atrás y rescatar Paseo sideral del último LP que publicó al frente de su anterior proyecto, Voyeur. Con Susúrrame al oído, reforzada por los coros de los guitarristas Carlos Burguete y Eduardo Andrés, llegamos a uno de los momentos clave del concierto.

Era hora de invitar al escenario a «alguien especial que este año cumple cuarenta de carrera musical y que es autor de auténticas obras maestras, alguien a quien cuando veía de pequeñito en los escenarios aspiraba a ser como él». Pero en realidad Gabriel Sopeña no necesita ninguna presentación en esta ciudad.

Después de asegurar que era «un honor estar aquí para interpretar una canción que, como todas las de Yago, mueven algo por dentro», Gabriel desató toda su gestualidad escénica y desgarró la voz para trenzarla con la de Yago. Viejos sabios, tema que también compartieron en el estudio y que forma parte de la segunda mitad del díptico «Rompe/Cabezas», fue el momento más vigorosamente soul de la noche, de nuevo con el trío de metales sobre el escenario.

El tejido de guitarras eléctricas en Corazones alados y los coros de Jose Peyrona (al cargo también de la percusión y ocasionalmente de la guitarra rítmica) sirvieron para terminar de redondear el sonido que hasta ese momento había adolecido de cierta confusión y amalgamamiento. Yago pidió entonces un aplauso para Quique Cruz, técnico de sonido, y por extensión a Quique Artiach (bajista de Juanita Calamidad), que andaba colaborando en el puesto de merchandising donde se hallaban a disposición el CD «4.999cc», las dos piezas de «Rompe/Cabezas» y posters firmados por la banda.

El trío de metales volvió bajo los focos para engrandecer una poderosísima versión de Una vida más seguida de Pájaros del sur, con su carecterística introducción construida sobre los musculosos y reverberantes latidos de la Telecaster de Eduardo Andrés.
Otro momento especial llegó con Pilotos de tierra, dedicada al padre recientemente fallecido de Yago, Lo recordó portando sus gafas de sol y refiriéndose a él como «el hombre que me enseñó lo que era el respeto, un hombre que tenía un punto de vista siempre desde lo alto». Al terminar la canción, levantó su copa de vino al cielo a modo de brindis.

El leve poso de melancolía que aún flotaba en el aire se disipó al atacar el pegajoso riff de Mademoisselle, un irresistible rock stoniano extraído del disco Sueños imposibles de Voyeur. Las teclas de José Luis Feced (de esas que obligan a afirmar aquello de que es solo rock and roll pero me gusta) lo llevaron a lo más alto, mientras Yago y Eduardo Andrés compartían micrófono en el estribillo.


De nuevo con el trío de metales dando empaque a la banda sonaron Aprendiendo a volar, la brillante versión de Learning to Fly de Tom Petty que Yago compartió con Rebeca Jiménez y Cuti Vericad en el disco «4.999cc». Una elección irresistible para mantener bien arriba el ánimo y que culminó con Yago lanzando besos al aire exclamando «¡señor Petty que estás en los cielos!».
Los dos temas que completaron el set principal fueron Frente al precipicio y Locos, acompañada por el público con palmas y alargando los coros finales en un ejercicio de complicidad que todos agradecimos.

El público reclamó la vuelta de la banda al escenario para una obligada tanda de bises (¡ay, el viejo ritual del rock and roll!). Fueron el teclista José Luis Feced y Yago con su guitarra quienes regresaron para interpretar mano a mano Valiente, canción con cierto aire a Quique González que sonó sobria, despojada… y emocionante.
Después de una rápida presentación de la actual formación de Los Olvidados mientras se incorporaban a sus puestos (Eduardo Andrés y Carlos Burguete a las guitarras, Josan Ibáñez a la batería, José Luis Feced al piano, Susana Laparra al bajo y Jose Peyrona a la percusión y guitarra rítmica), la banda al completo se lanzó a por una canción «compuesta durante la pandemia que nos mantuvo a todos en el frigorífico». Con el inequívoco título de Estado de alarma y la promesa de aquella primavera que todos esperábamos asomados a ventanas y balcones, banda y público se desbocaron en escenario y pista.

Anunció Yago que irremediablemente había llegado el momento de irse, pero que íbamos a hacerlo… «Ardiendo en llamas». Precisamente ese es el título de la infalible canción que cerró el concierto, con el exultante acompañamiento de la sección de vientos y con Yago bajando del escenario con su guitarra para recorrer la pista entre el público.
Un enérgico broche final pera dejar con ganas de más después de uno de esos conciertos que evidencian la cantidad de talento que se despliega cada noche, pero a veces en el injusto secreto del petite comité, en múltiples escenarios de esta ciudad. La oferta es enorme, se diría que inabarcable, solo hay que decidirse a buscar y tener la fortuna de dar con una banda como Yago y Los Olvidados. Una de esas bandas que militan en la más genuina infantería del rock y que disparan certeramente al corazón. Una de esas bandas que una vez fueron pilotos en tierra aprendiendo a volar, que afortunadamente no cejan en el empeño con la cuerda voluntad de los locos y la mesurada imprudencia del valiente, que crecen de escenario en escenario quizá haciéndose más viejos… pero también, indudablemente, más sabios.
Solo es cuestión de no olvidar su contradictorio nombre y ayudar a que sigan volando.
