Los Secretos en Zaragoza, nuestro paraíso…

Los Secretos. Sala Mozart, Zaragoza. 12 de febrero de 2022, 21:00h

En nuestros paraísos íntimos son tan importantes las presencias como las ausencias. La noche del pasado sábado, mientras Los Secretos actuaban en la sala Mozart del Auditorio de Zaragoza, Joaquín Sabina reaparecía en la gala de los Premios Goya y Enrique Urquijo nos seguía faltando. Ese mismo día Sabina cumplía 73 años y hoy, cuando escribo esta crónica, Enrique Urquijo hubiera cumplido 62. Una ausencia corregida, otra tan obstinada, y ambas particularmente necesarias en nuestro paraíso. Por eso, ya desde el tema que abrió el concierto de Los Secretos en Zaragoza (dentro de una gira apropiadamente bautizada como Recuperando las emociones) una y otra se dieron la mano para guiar al público hasta la puerta de atrás de ese lugar donde nos gustaría quedarnos para siempre.

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Loquillo en Valencia. «Decíamos ayer…»

Loquillo – Gira «El último clásico». Les Nits del Ciutat (Estadio Ciudad de Valencia – Sábado, 17 de julio de 2021)

Cuando pasadas las 21:30 del sábado 17 de julio se apagaron las luces del escenario de Loquillo en el Estadio Ciudad de Valencia y empezó a sonar la banda sonora que Ron Goodwin compuso para la película «El desafío de las águilas», dos cosas pasaron por nuestra cabeza. Por un lado, la bellísima elipsis de «Lawrence de Arabia» (David Lean, 1962) en la que una cerilla apagada de un soplido por Peter O’Toole nos traslada desde un despacho de El Cairo hasta las dunas en llamas del desierto, con la música de Maurice Jarre y la misión de contactar con el príncipe Feysal. Y por otro, la frase atribuida primero a Fray Luis de León y después también a Unamuno cuando ambos, en sus respectivos siglos, fueron rehabilitados en su actividad académica después de un forzoso e injusto retiro: «Decíamos ayer…»

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Navarra Sur Festival: Loquillo y la épica del rock bajo la lluvia

Viernes 1 de junio de 2018. La primera jornada del «Navarra Sur Festival» en Tudela contó con un recurso escenográfico que, aun no siendo inesperado, tampoco fue precisamente bienvenido: una tormenta con importante aparato eléctrico. La meteorología respetó a los dos primeros grupos de la noche (Los Moths y Rufus T. Firefly), pero durante la actuación de Loquillo y su banda una lluvia recia y obstinada obligó a la mayoría del público a protegerse con chubasquero y paraguas. Y decimos «la mayoría» porque algunos fans de primera fila decidieron cerrarlos y disfrutar el show con las manos libres y sin obstáculos que dificultaran la visión, los bailes o los saltos de celebración, entendiendo y viviendo el aguacero, los truenos y los relámpagos como parte del espectáculo.

Las noches de rock y tormenta se recuerdan de forma especial. Hay ejemplos que han pasado a la historia por ese mal recibido visitante que es la lluvia pero que, si quien ocupa el escenario se maneja con sabiduría y hace cómplice al público, termina sorprendentemente calentando aún más los corazones: aquellos días de «paz y amor» en Woodstock en el ’69, el ya mítico show de The Rolling Stones en julio de 1982 en el Vicente Calderón (sí, ese en el que todo el mundo asegura haber estado), los enormes espectáculos de Johnny Hallyday en el Stade de France en septiembre de 1998, el intermedio a cargo de Prince en la final de la SuperBowl en Miami en 2007 o, imborrable recuerdo personal, aquel diluvio sobre Donosti durante la actuación (de principio a fin) de Bruce Springsteen y The E Street Band en Anoeta en junio de 2012.

Quizá en las condiciones que se dieron anoche en Tudela lo «fácil» (hay quien piensa que debe resultar sencillo pero puede que no exista una decisión más odiada para un artista comprometido que suspender una actuación) hubiera sido desconectar sin ni siquiera subir al escenario. Pero Loquillo demostró anoche tener la categoría, la banda y el repertorio necesarios para remontar una situación adversa y no solo sacar adelante el concierto, sino también de dejar al público con ganas de más.

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Johnny Cash. Dolor y redencion

Well, you wonder why I always dress in black / why you never see bright colors on my back… (Johnny Cash en The man in black, 1971)

I hurt myself today / To see if I still feel / I focus on the pain / The only thing that’s real… (Johnny Cash en Hurt, 2002)

Won’t you help to sing / These songs of freedom? / ‘Cause all I ever have / Redemption songs… (Johnny Cash con Joe Strummer en Redemption song, 2002)

Johnny Cash cantaba sin artificios.

Su voz era tan grave y severa como su vestuario habitualmente negro. Pero sin alterar su reciedumbre ni parecer impostada en su intención, también podía sonar pícara, preceptora o solemne. Capaz incluso de embaucar (por ejemplo con A boy named Sue), agitar (con I got stripes o Cocaine Blues) o emocionar (con Green green grass of home o Greystone Chapel) a los presos de las penitenciarías estatales en las que actuó en varias ocasiones.

Johnny Cash, desde sus inicios en los estudios Sun de Sam Phillips en Memphis, cantaba con la calma natural de un árbol que tiende sus raíces en tierra dura y cubierta de polvo. Sin pensarlo, simplemente haciéndolo. Por necesidad e instinto. Cash construía sus canciones a fuerza de vida (y no de una vida fácil precisamente), y las compartía con prístina sinceridad.

Sin embargo, aún podía alcanzar un grado más de pureza. Entrado ya en sus sesenta, la corteza del árbol empezó a desprenderse en las sesiones producidas por Rick Rubin para American Recordings. Hasta que en 2002, visiblemente castigado por la enfermedad, Johnny Cash nos mostró el alma en toda su desnudez.

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Soy Frank Bascombe… ¿y usted?

La cotidianeidad de un individuo pensante, inmerso en las contradicciones que distinguen a un país espacialmente inabarcable como Estados Unidos. Edward Hopper pintó su soledad resignada, Bruce Springsteen le ha puesto música y, de vez en cuando, los hermanos Coen son capaces de filmarla.

Richard Ford le ha dado la voz y el nombre de Frank Bascombe en una trilogía (que ya dejó de serlo) compuesta por El periodista deportivo (The sportswriter, 1986), El día de la Independencia (Independence Day, 1995), Acción de Gracias (The lay of the land, 2006) y el cuádruple epílogo Francamente Frank (Let me be Frank with you, 2014).

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