«Lo más intolerable es que se convierta en pasado quien uno imaginaba como futuro.» (Mañana en la batalla piensa en mí, 1994)
Como inquisidora y fisgona profesional hubiera preferido conocer al Escritor en el despacho donde tantas veces había sido retratado junto a su máquina de escribir Olympia, casi siempre con un cigarro entre índice y corazón izquierdos y la ceja enarcada sobre una mirada de soslayo que podría antojarse altiva pero que a mí, al menos en dichos retratos, siempre me había parecido incitadora, tal vez una invitación al acercamiento y la conversación aguda, da igual si sobre temas trascendentes o más bien triviales. Pero finalmente se acordó que el encuentro tendría lugar en una coctelería del centro, a unos veinte minutos de paseo desde el apartamento del Escritor, y yo perdí la oportunidad de husmear entre los libros que conformaban el abarrotado corazón de unos inabarcables anaqueles que fueron modelo anónimo en revistas y que custodiaban —o custodian, porque quiero creer que aún lo hacen o al menos lo harán durante algún tiempo más— decenas de figuritas de plomo alineadas con anárquico rigor.
Continúa leyendo Ceniza somos y ceniceros llenaremos: en homenaje a Javier Marías