Loquillo, el último héroe fordiano

Concierto de fin de gira El Rey 2022 de Loquillo, Kursaal de San Sebastián. 2 de diciembre de 2022, 21:00h.

«¿Usted ha visto caminar a Henry Fonda? Pues eso es el cine…» Así de elocuente e incontestable fue la definición que John Ford hizo de la profesión y arte a los que dedicó cinco décadas de su vida. Y así de incontestable y elocuente podría resultar la definición de rock and roll para cualquiera que asistiera al último concierto de la gira El Rey de Loquillo, ya camino también de las cinco décadas de oficio a sus espaldas, en Donosti: «¿Usted ha visto entrar a Loquillo en un escenario? Pues eso es el rock and roll…»

Y es que cuando el Loco apareció bajo los focos del Kursaal con los primeros acordes de una canción de título tan fordiano como Los buscadores, lo hizo con la pasión que el género merece y exige; con el arrojo templado del púgil que sabe que un mal gancho puede tumbarlo en el próximo asalto, arriesgando la vida en cada show como él mismo ha dicho en alguna entrevista. Como una fiera liberada de la asfixiante jaula que es el mundo fuera de los límites de un escenario.

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Tom Doniphon, o el Cyrano de Shinbone

(John) Ford había escogido a Jimmy (Stewart) para el papel de héroe. Tenía a Andy Devine para el humor inteligente. Y a Lee Marvin como el llamativo villano y, mierda, yo sólo me paseaba por la película”.   (John Wayne sobre Tom Doniphon en El hombre que mató a Liberty Valance, de acuerdo con Tras la pista de John Ford de Joseph McBride).

 

En 1962 Johny Wayne ya había dejado muy atrás su verdadero nombre (Marion Robert Morrison). Era una estrella indiscutible de Hollywood, actor de prestigio internacional e icono viviente. Había participado en más de cincuenta películas, protagonizado varias decenas de ellas y, por sus papeles en Arenas sangrientas (Sands of Iwo Jima de Allan Dwan, 1949) y El Álamo (The Alamo, dirigida por él mismo en 1960), aspiró al Óscar a Mejor Actor.

Sin embargo no tuvo reparos en aparcar otros proyectos para ponerse de nuevo a las órdenes de John Ford en un desafío a las concepciones cinematográficas modernas que exploraban nuevos caminos en cuanto a interpretación, técnica y vías narrativas: un western clásico rodado en sobrio blanco y negro, con un reparto de veteranos que ya implicaba entonces cierta nostalgia y cuyo argumento se desarrollaba principalmente en interiores iluminados de forma teatral.

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