Loquillo… cruzando el ecuador en Valencia

Dice el estribillo de una canción de 1988: «No hables de futuro es una ilusión…»

Al escucharlo es difícil que el instinto y la memoria musical no hagan su trabajo y obliguen a completarlo, mentalmente o a pleno pulmón: «¡…cuando el rock and roll conquistó mi corazón!». Podría decirse que esa canción es realmente un himno, y que ese estribillo es una declaración de principios. La de alguien que ha dedicado toda su vida, sin miedo a volar, a un estilo musical tan celebrado como castigado en nuestro país por la indiferencia de algunos medios; pero también es el grito de guerra de esa gente normal que, a pie de escenario, celebra este fin de año un aniversario poco habitual en nuestro país junto a un artista que ha conseguido llegar a varias generaciones con una ininterrumpida y sólida dinámica disco-gira: Loquillo. Son ya 40 años prodigándose por los escenarios, contando sus discos por decenas y sumando, década a década, nuevos clásicos a su extenso cancionero. Por eso los shows que conforman esta mini-gira bautizada como «40 años de Rock and Roll Actitud» rozan las tres horas de duración con una selección de más de treinta temas que recorren toda la trayectoria de Loquillo.

«40 años de Rock and Roll Actitud» ya ha cruzado su ecuador: solo quedan las citas de Bilbao, La Coruña, Zaragoza y Barcelona. El Loco está en un gran momento, la banda cada vez suena mejor y las canciones siguen creciendo y ganando profundidad con cada arreglo añadido. Aún quedan oportunidades y nadie debería perdérsela.

Al fin y al cabo, es historia de nuestra vida. Sí, aunque quizá no lo sepas, también de la tuya.

La acogedora luz de Nat Simons

Para calentar o, mejor aún, para iluminar la primera parte del espectáculo, el Loco cuenta con una artista más que sugerente: Nat Simons. Su propuesta es pura evocación, dentro de lo que se denominaría americana sound, y nos transporta por carreteras interminables que se internan en esos frondosos y mágicos bosques de Carolina del Norte habitados por espíritus. Hasta allí se marchó desde Madrid para grabar su último disco Lights, producido nada menos que por Gary Louris de The Jayhawks. Con tal carta de presentación, aunque en su haber también tenga otro álbum (Home on high, 2013), un EP (Trouble man, 2015) y una nominación al Goya 2018 por su canción Sometimes para el western Stop over in hell de Víctor Matellano, debería ser más que suficiente para prestarle toda la atención que merece. Sin embargo, al público de Valencia pareció costarle entrar en su repertorio. Quizá fuera por el frío de la noche (que lo hacía), o porque el albero de la plaza de toros tardó en llenarse, o porque la (solo aparente) fragilidad de Nat Simons puede desconcertar al público más ortodoxo de Loquillo, pero desde nuestra posición sufrimos durante varios temas el murmullo de quienes solo esperaban la actuación principal. Y eso que en las últimas semanas el sonido de la banda que acompaña a Nat parece haberse energizado, volviéndose más contundente para contentar al sector (digamos) más duro, aunque sin traicionar su esencia ni perder su cristalino poder de seducción.

Nat Simons, plaza de toros de Valencia. Lights Tour, acompañando a Loquillo.

Tuvo que llegar la potente People para que el público empezara a acompañar con palmas y a despegar los pies del suelo. Nat la presentó recurriendo a Bob Dylan, afirmando que es difícil cambiar el mundo con una canción. El show había arrancado con You just can’t imagine,  de la que acaba de lanzarse un videoclip que es un canto de esperanza para quienes no ven la luz al final del túnel, seguida de You treat me cruel, The way it is (definida como «una balada de amor en carretera»), Golden feather con su ritmo de tambores de guerra,  y la maravillosa Endless summer road, donde brilla el portentoso juego de voces de Elena García (percusionista de la banda) y la propia Nat.

Elena García (hermana de Nat Simons y percusionista de la banda).

Después de People fue el momento de la siempre sensual Desire. La complicidad del público ya estaba ganada, e incluso desde el albero se le brindó un caluroso cumpleaños feliz al bajista Chema Moreno. La recta final llegó demasiado pronto con una magnífica versión de Learning to fly de Tom Petty que, ¿para qué negarlo?, siempre emociona. No one compares, el tema que cierra el álbum Lights, dio paso a la exultante y dylaniana Ain’t no blues con la que Nat Simons, armónica al cuello, y su banda cerraron la primera actuación de la noche.

Nat Simons, plaza de toros de Valencia. Lights Tour, acompañando a Loquillo.

Es poco tiempo el que tiene Nat Simons en esta serie de conciertos con Loquillo, pero sabe aprovecharlo para demostrar el potencial de su sonido y su cancionero. La responsabilidad es grande precediendo a un icono del rock español, y sale más que airosa.  No se la pierdan en las próximas paradas de 40 años de Rock and Roll Actitud. Su Lights Tour termina el próximo 7 de febrero en Madrid, y allí habrá ocasión de disfrutar de su repertorio completo. Después, quizá lleguen novedades. ¡Desde luego, en anaquelesabarrotados las estaremos esperando!

Loquillo… Cruzando el ecuador en Valencia

La gira 40 años de Rock and Roll Actitud de Loquillo encara su tercio final y lo hace después de triunfar por todo lo alto en la plaza de toros de Valencia el pasado viernes 9 de noviembre. Ya ha pasado también por Sevilla (leer crónica aquí), Granada, Murcia, Salamanca y Arnedo (La Rioja). Semana a semana los arreglos se han enriquecido en un repertorio extenso e inagotable que se alarga hasta casi tres horas, e incluso se han incorporado nuevas canciones al set. La complicidad de una banda completamente hermanada es cada noche más evidente y la satisfacción del Loco al saberse respaldado por su infalibilidad se traduce en seguridad y sonrisas sobre el escenario. Si el concepto se sigue perfeccionando pasado el ecuador, el broche final en Barcelona (el próximo 14 de diciembre en el Palau Sant Jordi) promete ser apoteósico.

Desde luego estos cuarenta años no marcan un final: al contrario, se intuyen el primer paso hacia todo lo que está todavía por venir.

El reloj de la plaza de toros de Valencia marcaba las diez en punto cuando el staff técnico abandonó el escenario que acababa de quedar a oscuras. La música ambiental que había acompañado la preparación del equipo después de la actuación de Nat Simons enmudeció para dejar paso a First of the gang to die. Morrissey, desde su álbum You’re the quarry, nos contó con su peculiar fraseo la historia de Héctor en las calles de Los Ángeles.  Entonces la pantalla que ocupaba el fondo del escenario cobró vida mostrando una animación que relataba el periplo del Loco (a bordo de un Cadillac, por supuesto) hacia su condición de Rock and Roll Star.

Loquillo, 40 años de Rock and Roll Actitud (Valencia, 9 de noviembre de 2018)

Mientras, la banda ocupaba posiciones con el escenario todavía a oscuras, lo que no impidió que el público expectante los recibiera con aplausos de bienvenida. Una intro al más puro estilo The Who y la invitación a gritar (¡shout! ¡shout!) precedió a Rock and Roll Actitud. Fue con su riff de guitarra cuando el Loco irrumpió en el escenario con gafas de sol, americana de cuero y cravat al cuello,  recibido por un rugido colectivo cuando elevó por el aire el pie del micrófono. Proyecciones que narraban la trayectoria artística de Loquillo y también el devenir político, cultural y social de nuestro país (para eso el Loco es parte de nuestra historia y le ha puesto banda sonora durante los últimos 40 años), se sucedieron acompañando el primer tramo del show: El hijo de nadie y su homenaje al ambiente portuario y el duro trabajo de estibador en recuerdo a su padre, A tono bravo y su ibérico trapío, Territorios libres con bandera pirata ondeando hecha trizas después del combate, Arte y ensayo con final marcado a golpe de claqueta,  la incitadora Planeta Rock,  la estremecedora y catártica El mundo que conocimos (vello de punta, sin exagerar) y la festiva Salud y Rock and Roll.

Loquillo y Nat Simons, Cruzando el paraíso.

Regresó entonces al escenario Nat Simons, para interpretar a dúo con Loquillo la siempre emocionante Cruzando el paraíso, grabada originalmente con Johnny Hallyday.  No es reto insignificante llenar el espacio de la inmensa voz de Hallyday, pero Nat dota a la canción de una nueva sensibilidad apoyada en las miradas cómplices que ella y el Loco trenzan durante este instante de eternidad compartido. Al final, una imponente imagen de Johnny, poderoso y protector, llenó el fondo del escenario sobre la batería de Laurent Castagnet.

Lucas Albaladejo –  Loquillo, 40 años de Rock and Roll Actitud

A pesar de ser un recorrido por toda la carrera del Loco, estaba ya quedando claro que el repertorio no iba a depender de la nostalgia ni ceder al recurso facilón de estructurarse en compartimentos estancos. Llegó el momento para que Lucas Albaladejo saliera de detrás de sus teclados para tomar el centro del escenario con su acordeón, para abordar Por amor. Solo faltaba Laurent Castagnet al frente, así que era la ocasión de montarle un reducido set acústico para que, escobillas en mano, toda la banda se uniera al filo del escenario para interpretar Brillar y brillar, con Alfonso Alcalá abrazado a un double bass y Mario Cobo a su steel guitar.

Laurent Castagnet –  Loquillo, 40 años de Rock and Roll Actitud
Mario Cobo –  Loquillo, 40 años de Rock and Roll Actitud

La infalible El rompeolas desató el delirio. Ya lo decíamos al empezar esta crónica… Es imposible no corear un estribillo que, con su sencillez (que no simplicidad), ha marcado el camino a varias generaciones: «No hables de futuro, es una ilusión… cuando el rock and roll conquistó mi corazón». Siguió una intensa Antes de la lluvia (desde la banda sonora del documental de Susana Koska Mujeres en pie de guerra), con la proyección de pinturas de Fernando Pereira detrás de un vidrio empañado. Josu García se apropió del escenario con un magnífico solo en Memoria de jóvenes airados acompañada por imágenes de la generación dorada del basket español. Sentado en un taburete que lanzaría después hacia atrás de una patada certera, abordó el Loco un atronador (¡qué maravillosa contradicción!) Rock suave. Antes de El mundo necesita hombre objeto Loquillo se enfundó en otra chaqueta de cuero con hombros de serpiente, con la que bajó al foso para saludar a las primeras filas durante Carne para Linda. Volvió al escenario para hacer las delicias del público con la imprescindible Ritmo de Garaje (…porque tú tienes tu banda de RnR, ¿Y quienes son? ¡Somos nosotros!).

Josu García –  Loquillo, 40 años de Rock and Roll Actitud
Igor Paskual ¡Rey… Rey…! ¡Rey del Glam!

Llegó entonces un momento que se ha convertido en uno de los más esperados por los seguidores fieles, pero también por los más jóvenes que se han sumado últimamente al circo de Loquillo: Rey del Glam, tramada sobre una apabullante juego de teclado y bajo.  Además, aunque su presencia es arrebatadora durante todo el show, es la ocasión para que el multidisciplinar Igor Paskual se desboque asumiendo su papel en la canción. Él protagoniza el videoclip que acompaña la versión de estudio y en el escenario se convierte en un torbellino de cuero negro y plumas rojas. Él fue el Rey Babylon. Él es el Rey del Glam. ¿Quién si no?

Hora de los bises: vuelta al escenario con una contundente En las calles de Madrid y su recuerdo a toda una generación de la música pop y rock en España, seguida de la trepidante Luché contra la ley (I fought the law). A continuación una formidable Channel, cocaína y Dom Perignon que, con perdón de los más ortodoxos, me eclipsa a la que apareció en aquel queridísimo doble directo de insuperable título: A por ellos… que son pocos y cobardes!! La recta final prometía ofrecer profusión de clásicos encadenados, y se sucedieron El hombre de negro (adaptación de Gabriel Sopeña de The Man in black de Johnny Cash), Quiero un camión en la que Mario Cobo insertó un fragmento del bolero Perfidia mientras el Loco la cantaba a su lado fuera de micro y Esto no es Hawaii, en la que brillaron las teclas de Lucas Albaladejo.

A la hora de las presentaciones el Loco dejó claro cual es el secreto del éxito y (entendemos que también) del repunte de popularidad que ha vivido en los últimos años. Lo hizo recurriendo al imaginario del basket, definiéndolo como un deporte individual que se juega en equipo. El equipo. Y desde luego, en su caso no hay duda de que así ha sido. En la última década la banda ha experimentado cambios y transformaciones que han conducido hasta la familia que son ahora fuera y dentro del escenario. Una máquina de precisión, arrolladora y emocionante, movida por un corazón colectivo e infalible.

La recta final llegó, copa en mano, con Rock and Roll Star (¡¡espectaculares los coros que renuevan este clásico!!), Cuando fuimos los mejores, la reciente En el final de los días (emocionante ver detrás el valiente clip que Leticia Dolera realizó para esta canción con participación del hijo del Loco, Cayo,  interpretándolo de joven), Mi calle (de Lone Star) con recuerdo del Loco para bandas pioneras como Los Sirex y un demoledor ritmo imprimido por Laurent Castagnet, la innecesariamente polémica La mataré y la coreada de forma multitudinaria Feo, fuerte y formal.

Después de casi tres horas llegó el ineludible momento de aparcar un Cadillac en la ladera del Tibidabo. El Loco introdujo la que podría denominarse como su canción insignia recurriendo a Scott Fitzgerald y aquella luz verde con la que Jay Gatsby identificaba el futuro. Mientras el Loco se hacía a un lado para disfrutar de su propia banda prolongando el final instrumental de Cadillac solitario, era difícil no emocionarse al ver en las pantallas numerosas banderas con el Pájaro Loco agitadas por el público. Loquillo, en el lateral del escenario, lucía una sonrisa que mezclaba felicidad y orgullo. Abajo, quienes portaban esas banderas y alzaban los brazos con el puño cerrado o el dedo extendido señalando al cielo de Valencia, era precisamente como se sentían: felices y orgullosos de haber caminado, más o menos tiempo según edades, al lado de Loquillo durante algún momento de esos cuarenta años que celebra con esta gira.

Un camino largo y no siempre fácil. Igor Paskual ha dicho recientemente que son la última banda a la que el rock and roll les ha salvado la vida. Quizá los que nos reunimos bajo los focos también podríamos decir algo similar.  No es la suerte lo que nos ha traído hasta aquí junto al Loco y su banda. Ha sido una cuestión de empeño y trabajo, mucho trabajo. Siempre lo es. Sí, también el Rock and Roll. Solo hay que haber estado en uno de estos conciertos y tener un poco de sensibilidad para darse cuenta. Los abrazos en los que frontman y músicos se funden al terminar mientras suena una recording de Heroes de David Bowie a modo de outro, son sinceros y demuestran la satisfacción por la misión cumplida: hacer que nos olvidemos del mundo durante tres horas de espectáculo y hacernos sentir parte de algo muy grande…

El futuro, si hablamos de él aunque el rock and roll haya conquistado nuestro corazón, nos espera. Es una luz verde.

Vamos juntos hacia allí.

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