¡El «Rock & Ríos» se desborda en Zaragoza!

Miguel Ríos – Gira «40º aniversario de Rock & Ríos». Zaragoza, Pabellón Príncipe Felipe. 14 de octubre de 2023, 21:00h.

(Texto y fotos de Jesús Gella Yago)

El cauce de nuestro Ríos se ocultó tras un oscuro meandro en 2010 al anunciar su retiro con la gira «Bye Bye Ríos». Asomó tímidamente tras espadañas y juncos para unirse en 2016 a la segunda vuelta de la gira «El gusto es nuestro», junto a Ana Belén y Víctor Manuel. Su morriña de escenario y de volver a dibujar orillas y riberas debía ser grande, porque en 2018 se embarcó en una nueva gira propia acompañado de una orquesta sinfónica con el espectáculo «Symphonic Ríos». Así, como el Guadiana que aparece y desaparece, íbamos teniendo intermitentes pero suculentas raciones de Miguel Ríos. Pero fue el injusto trasfondo de la pandemia lo que, en 2020, nos lo devolvió más beligerante que nunca. Asumida una tercera edad de la que se erigía en paladín, dio un paso adelante con varios textos que hubieran debido sacar los colores a políticos torpes y nefastos gestores, pero también a compañeros de profesión y otros representantes de la cultura, de esos que sacan pecho cuando hay rédito que obtener pero que agachan las orejas cuando vienen mal dadas.

Un largo tiempo (Miguel Ríos, 2020)

El disco Un largo tiempo justificó una gira acústica por teatros y auditorios junto a The Black Betty Trio (puedes leer en el siguiente enlace nuestra crónica del show que ofrecieron en Burgos en mayo de 2022: «El forajido Ríos cabalga de nuevo») y también le sirvió para confirmar que la actitud y vigor necesarios para afrontar un gran espectáculo de rock seguían allí. ¿Qué mejor forma de demostrarlo que celebrar en el Wizink Center de Madrid el 40º aniversario del mítico «Rock & Ríos»? En marzo de 2022 reunió a la misma banda de 1982 (salvo las sentidas ausencias de Sergio Castillo y Paco Palacios) para ofrecer idéntico repertorio en compañía de amigos y compañeros del nivel de Eva Amaral, Anni B Sweet, Johnny Burning, Víctor Manuel, Rosendo o Javier Vargas. Fueron dos únicas, multitudinarias y triunfales noches que dejaron con ganas de más y que, para nuestra felicidad, han propiciado una gira de celebración que durante este verano de 2023 ha traído de vuelta las revitalizadoras aguas del «Rock & Ríos» a grandes recintos de catorce ciudades.

Miguel Ríso y The Black Betty Trio. Burgos, 2022
Miguel Ríos y The Black Betty Trio en Burgos, 15 de mayo de 2022
Rock & Ríos, 40º aniversario. WiZink Center (Madrid), 12 de marzo de 2022

El sábado 14 de octubre, enfilando ya el tramo final de las Fiestas del Pilar 2023, acudimos al Pabellón Príncipe Felipe con intención de zambullirnos en la corriente. Tuvimos la fortuna de estar en la segunda noche del Wizink Center en 2022 y también en dos shows de la gira junto a The Black Betty Trio. Por eso llegábamos al recinto con el convencimiento de encontrar un Miguel Ríos en más que digna forma física y vocal, aunque la duración y dimensiones del espectáculo y la exigencia del repertorio nos hacía imaginar que su protagonista también vendría con los tiempos muy medidos para dosificar sabia, prudente y profesionalmente la energía. Sin embargo, nos topamos con un Ríos pletórico, juguetón, dinámico, brioso, infatigable, bailongo, muy cómplice con su banda, dispuesto a derrochar voz y presumir de un envidiable vigor a sus 79 años. ¡Y es que nuestro Ríos fluye de nuevo con copioso caudal para alimentar un cauce que, en realidad, nunca llegó a secarse!

Pasadas las nueve las luces del Príncipe Felipe se atenuaron y el volumen de la música ambiental subió para (después de sonar The Rolling Stones, Bob Dylan, Johnny Cash o Pretenders) invitarnos a la fiesta con Celebration de Kool and The Gang. La banda tomó posiciones y un reconocible golpe de batería (duplicado porque eran dos las que ocupaban el fondo del escenario) convocó al protagonista de la noche presentado por José Nortes con un escueto «¡Señoras y señores, con ustedes… Miguel Ríos!«. La batería y el rugido del público nos arrastró hasta Bienvenidos, convirtiéndonos automáticamente en cinco mil aliados de la noche con el puño en alto como en la portada del mítico doble vinilo.

«¡¡¡Bieeeen – veee – niiii – doooos!!!«

Luciendo camiseta negra con una calavera a cuadros rojos y negros en el pecho (¡rockero cachirulo!), Miguel Ríos pidió que levantaran la mano (¡sin mentir!) quienes asistieron como público al «Rock and Ríos» original en la Plaza de Toros de Zaragoza, cuarenta y un años atrás. Dirigiéndose a quienes alzaron la mano exclamó: «¡sois inmortales, como yo!». A continuación nos invitó a dar «un paseo entre la utopía y la realidad» con un medley que combinó Sueño espacial y Año 2000 mientras en la pantalla que llenaba el fondo del escenario se proyectaban imágenes de planetas inhóspitos.

«Sueño espacial» / «Año 2000«…

José Nortes y Jorge Ruiz

Tuvo un recuerdo Miguel Ríos para su falso retiro de 2010 («¡pero qué bien me sientan las mentiras!», bromeó) antes de que el guitarrista José Nortes y el bajista Jorge Ruiz sacaran su actitud más punk «pogueando» en Generación límite, mientras la pantalla nos ofrecía un resumen en imágenes de la reciente Historia de España, para lo bueno y lo malo, con sus luces y sombras, desde la Transición hasta nuestros días, culminada por la ominosa erupción del volcán de Cumbre Vieja en La Palma.

El estupendo estado de forma de Miguel Ríos quedó evidenciado al interpretar sin perder fuelle ese imposible y rapidísimo trabalenguas que es Nueva Ola. A continuación el recinto se llenó con la intensidad de Un caballo llamado muerte, lúcida y desgarradora composición de un jovencísimo Javier Vargas en aquellos años de goma y aguja que tanto daño hicieron a una generación perdida. Durante las partes instrumentales, Miguel se acercó a cada uno de los músicos en una continua y sincera demostración de comunión y complicidad que se hizo evidente durante todo el show.

Miguel Ríos y John Parsons

Jorge Ruiz y Miguel Ríos

José Nortes y Miguel Ríos

Luis Prado y Miguel Ríos

Danny Griffin

Pablo Narea

Basilio Marti

Aprovechó la ocasión Miguel Ríos para referirse a Zaragoza como una ciudad rockera y compartir el gusto que supone, aunque esta no fuera la noche, encontrarse en ciertos camerinos con grandes músicos como Amaral, Enrique Bunbury o los Radio Futura. Así, adelantó que iba a contar con varios invitados de nuestra escena local, dos de los cuales ni siquiera habían nacido cuando se grabó el «Rock & Ríos» original, antes de proceder a presentar a la banda. No es la misma banda de aquel mítico 1982, tampoco es ya la misma banda que vimos en el Wizink Center el año pasado, pero suenan como una auténtica apisonadora, con el histórico John Parsons («que estuvo en el origen de todo») y José Nortes (con su Black Betty al cuello en homenaje a Jimi Hendrix) en las guitarras; Basilio Marti y Luis Prado (miembro también de The Black Betty Trio, que «le da la vida a cualquiera que cante con él») en los teclados; Danny Griffin (de Milwaukee) y Pablo Narea (que debutó en los shows del WiZink Center) en la dupla de baterías; y al bajo Jorge Ruiz, el que curiosamente fuera profesor de guitarra del propio Miguel Ríos para el disco Un largo tiempo y su posterior gira. También invitó a saludar (aunque sin salir casi de la sombra lateral del escenario) al «jefe», el productor Carlos Narea. A todos ellos se dirigió Miguel afirmando que «me hacéis mucho mejor y os debo mucho… ¡de entrada el sueldo de esta noche!».

Miguel Ríos, como siempre, «Buscando la luz»

Fuimos Buscando la luz por una utópica y soñada senda por donde también transitan y nos aguardan la energía (sri ram jai ram om), la salvación (Soli Deo Gloria), la paz y la misericordia (aselam alaikum), hacia un horizonte hasta el que solo podía llevarnos un viejo autobús de hotel en hotel, de ensayo en ensayo, de llamada en llamada. Para El blues del autobús contó Miguel Ríos con la participación de Cuti Vericad, uno de esos tipos que conforman la infantería más genuina del rock y que ya se ha hecho imprescindible en nuestros escenarios desde aquellos primigenios Los Dinamos, pasando por divertimentos como Doctor Cuti & The Mogambos o The Hillbilly Mongows, el trio de latin-rock Los Coringas, o su ya larga trayectoria en solitario (desde 1999) que acaba de consolidar recientemente la llamada «Trilogía del samurái» (El Camino…, El retorno… y La venganza…). Puedes leer aquí nuestra crónica de su enésimo homenaje a Elvis Presley en agosto de 2022: «Cuti y Elvis nos vuelven a reunir». Tras su gafas oscuras y con toda la inspiración que cabe bajo el ala de su sombrero, Cuti desplegó su lado más rhythm&bluesy trenzando su potente y versátil voz con la de Miguel en uno de los mejores momentos de la noche.

Cuti Vericad y Miguel Ríos: El blues del autobús

La siguiente invitada fue Nerea Bueno, mitad vocal de un «power duo» zaragozano llamado Lady Banana que en 2017 se llevó a casa el premio Ambar Z Music después de ganarse los galones haciendo sonar su música en las calles de Londres. Nerea se mostró visiblemente emocionada al encontrarse en el escenario de Miguel Ríos para interpretar ante el público de su ciudad En el río, una de sus canciones más emblemáticas que por si fuera poco también ha sido registrada en directo nada menos que con Ana Belén y Eva Amaral. Nerea recuperó la entereza hasta terminar proyectando su voz como la ocasión, el tema y el anfitrión merecían, e incluso se marcó un pequeño baile con Miguel.

Nerea Bueno (de Lady Banana) y Miguel Ríos: En el río

A continuación llegó otra de las canciones más celebradas del repertorio de Miguel Ríos, Santa Lucía. La había reservado, según afirmó, «para el invitado más importante… vosotros». El viejo truco del rock and roll, eso es saber cómo meterse al público en el bolsillo, que no dudó en corear el estribillo en pie y agradecer el gesto con un prolongado «oeee oé oé oeeee…» al final. Fue un momento de pacífica y romántica comunión antes de la terna más hardrockera del repertorio.

Miguel Ríos y sus guitarras aéreas

Seguidas sonaron Ciudad de neón, en la que Miguel se unió a José Nortes para ejecutar alguna de sus habituales guitarras aéreas; la arrolladora Banzai (justo antes llegó desde la grada izquierda el estentóreo grito «¡Eres el puto amo, Ríos!», que hacemos nuestro y suscribimos sin dudar), con Miguel luciéndose de nuevo vocalmente; y Reina de la noche, con la participación de Lorién Vicente (de La Doloritas) que mostró su admiración y respeto depositando un beso con la punta de los dedos al hacer una reverencia ante Miguel.

Lorién Vicente (de La Doloritas) y Miguel Ríos: Reina de la noche

Tomando su título prestado de una obra autobiográfica del hispanista Gerald Brenan y con proyecciones que nos transportaron del Albaicín a la Sierra, sonó Al sur de Granada. Quizá fuera por la emoción de cantar sobre su hogar, pero Miguel perdió el compás e interpretó media canción a destiempo. Aunque terminó a trompicones, se lo tomó con calma y filosofía. Una sonrisa humilde, un divertido gesto de disculpa y el aplauso comprensivo del público hicieron el resto para seguir el show con toda normalidad. Seguimos por el sur con el rock progresivo de Al-Ándalus en la que, mientras la pantalla se transformaba en celosía con motivos de tracería arabesca, Miguel jugó con el público incitándole a repetir unas cuantas onomatopeyas rockeras e incluso se marcó unos movimientos de baile orientales. ¡Mister Ríos conoce todos los trucos!

Miguel Ríos, hijo de «Al-Andalus»

Anunció Miguel que tenía que «cambiar de chaqueta». Pero literalmente, bromeó, porque desde el punto de vista ideológico «nanay de la China». Pensamos entonces que Miguel iba a aprovechar para tomarse un respiro fuera del escenario, pero se limitó a dar la vuelta a la chaqueta negra que llevaba para lucir la parte interior estampada con calaveras. Filosofó sobre el inane deseo de «dejar un bonito cadáver» cuando a estas edades «lo máximo a lo que podemos aspirar es a dejar una calavera risueña». Señalando las calaveras de la chaqueta dijo que en ella cabían ídolos referenciales y compañeros de profesión como Elvis Presley, Big Mama Thornton, el zaragozano Rocky Kan (incluso Miguel se sorprendió al ver la pobre reacción del público al mencionar el nombre de este pionero local, así nos luce el pelo, pura desmemoria), Roy Orbison, Tina Turner, John Lennon… y bromeó incluyendo también en la nómina del panteón a Paul McCartney. Este speech y volteo (que no cambio) de chaqueta sirvieron de introducción para Los viejos rockeros nunca mueren, a la que se encadenó Rock and Roll Bumerang.

¡»Los viejos rockeros nunca mueren»!


En el reparto de méritos y aplausos no iba a olvidarse Miguel de mencionar al staff técnico de la gira. Así mostró su agradecimiento (mientras espontánea y sorpresivamente el público coreaba cada uno de los nombres) a Manolo Camacho en el sonido; Alberto Lira en monitores; Juanjo Beloqui en luces; Javier «Itu» Iturralde y Luis Antón como backliners (o pipas de toda la vida); Mariano Guia, road manager y responsable del chivato teleprompter; Laura Díaz, como realizadora de video; y también, en general, al personal de Pabellón Príncipe Felipe. Y es que desde la pandemia, dado que fueron los primeros en dar la cara y manifestarse de forma ordenada reivindicando bajo el lema «Alerta Roja» la seguridad de los eventos culturales, los quipos técnicos que siempre trabajan en la sombra para que todo funcione han ganado la importancia y reconocimiento que merecen en las presentaciones de los espectáculos de este tipo.

Con un arranque a lo The Kinks llegó Extraños en el escaparate, antes de dar paso a uno de los momentos más emocionantes (y esperados) del show. Mientras la banda interpretaba un breve interludio instrumental conocido como Homenaje a Miguel, desde nuestro asiento pudimos verlo retirarse a un lateral del escenario, tomar asiento en una silla y, con la frente apoyada en los puños cerrados, concentrarse como el momento requería. Regresó al centro del escenario para reconocer que llevaba «varios días hundido». Que había pensado incluso «no decir nada, pero que le resultaba imposible». Que en la desafortunada Ley del Talión «ya no es ojo por ojo, diente por diente… sino ojo por diez mil ojos, diente por diez mil dientes». Que «para que que la vida humana no sea una pieza más del mercado sino la pieza más importante de nuestra vida, yo canto esto…». Entonces, sobre un fondo de imágenes de la guerra en Ucrania que se antojaron desactualizadas dados los acontecimientos de la última semana en la franja de Gaza, el Himno a la alegría volvió a hermanarnos cantando como una única voz, con el Pabellón iluminado por una constelación de teléfonos móviles y las fronteras de las gradas y sectores diluyéndose mientras el público invadía pasillos y el frontal del escenario.

Escuchad, hermanos…

Con Rockero de noche y Sábado a la noche del «viejo» Moris nos plantamos en esa loable y valiente reivindicación que Miguel Ríos hizo en aquel lejano 1982 (cuando a sus apenas cuarenta años muchos ya lo consideraban demasiado viejo para el oficio) de las bandas jóvenes que en ese momento empezaban a despuntar en sus primeros pasos. Así, sonaron Mueve tus caderas de Burning, Rock and Roll en la plaza del pueblo de Tequila e, intercalando el juguetón entremés La basca vacila (con solo de piano eléctrico incluido), Maneras de vivir de Leño y Mis amigos, ¿dónde estarán? de Topo, durante la que se proyectaron fotografías de tantos compañeros ausentes que el collage final ya se ha quedado pequeño.

«Y mis amigos… ¿dónde estarán?»

La recta final llegó con El laberinto y Lua, Lua, Lua, ese delicioso rock and roll de corte clásico a lo Jeannie, Jeannie, Jeannie de Eddie Cochran que Miguel Ríos dedicó a su propia hija en 1980 y con la que se dio el gustazo de cantarla en Madrid el año pasado.

Así terminaba la recreación propiamente dicha del legendario «Rock and Ríos», pero todavía nos tenía Miguel reservada una última sorpresa en forma de inesperado bis. Tras dejar el escenario unos instantes y reclamados por el público, regresaron para regalarnos El rock de una noche de verano durante la que Miguel Ríos firmó, precisamente, un ejemplar en vinilo del álbum al que dio título dicha canción y que alguien le lanzó desde la pista.

Miguel Ríos autografiando El Rock de una noche de verano

Esta celebración del 40º aniversario del mítico «Rock & Ríos» está llegando a su fin, apenas quedan un par de fechas en el horizonte. No sabemos por dónde discurrirán los próximos afluentes y tributarios de nuestro Ríos, ni cual será su ancho ni su caudal, mucho menos dónde y cuándo desembocará. Quizá haya un nuevo tramo de la actual gira por grandes recintos, parece que Miguel tiene cuerda para rato, no hay mota o dique que lo contenga. O quizá vuelva a prodigarse por escenarios más íntimos que propicien la cercanía con el público. Puede que además lo haga con un nuevo disco bajo el brazo, quién sabe. ¡O para conmemorar las cuatro décadas de «El rock de una noche de verano» y preparar el aniversario de «Rock en el ruedo»! Su trayectoria da mucho juego para recordar y celebrar. Lo que sí es seguro es que permaneceremos atentos al siguiente paso de Miguel Ríos. Un paso que, sea cual sea su intención, volverá seguramente a importunar a quienes parece resultar molesto su discurso y la activa disidencia que su edad le permite y le da derecho a cultivar.

Un paso que, apunte en la dirección que apunte, a nosotros nos hará felices.

Un paso que, lleve a donde nos lleve, será siempre… «¡bieeeen – veee – niii – do!».

Miguel Ríos y Los Aliados de la Noche

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