Loquillo en Guadalajara… nuestro refugio en la tormenta

Loquillo, gira El Rey 2023 – Guadalajara, pistas de atletismo Fuente de La Niña. 15 de septiembre de 2023, 23:00h.

(Texto y fotos de Jesús Gella Yago)

Las previsiones meteorológicas no eran precisamente halagüeñas para el fin de semana en el que el segundo tramo de la prolongada gira El Rey de Loquillo aterrizaba en Guadalajara. La misma mañana del viernes 15, la zona verde dentro del anillo de carriles de las pistas de atletismo Fuente de la Niña de la capital alcarreña aparecía anegada después de la tormenta que había descargado de madrugada. Operarios de la organización se afanaban con sopladores de aire para desalojar el agua del césped y preparar el terreno para el concierto de esa noche, manteniendo la esperanza a pesar de que se anunciaba alta probabilidad de lluvia por la tarde y, lo que era más temible y de verdad podía hacer peligrar el espectáculo, también de tormenta eléctrica.

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Entra Loquillo… ¡Zaragoza en pie!

5 de noviembre de 2021. Pabellón Príncipe Felipe de Zaragoza

(Texto y fotos de Jesús Gella Yago)

Previsto inicialmente para abril de 2020 y después de dos cambios de fecha, por fin el Loco y su banda llegaban a Zaragoza para presentar en concierto El último clásico, álbum publicado en 2019 y cuya puesta de largo se ha retrasado hasta mediados de este 2021.

Durante el último año y medio el rock and roll ha sido extirpado de pabellones y salas (acabamos de enterarnos de que El Poeta Eléctrico de nuestra ciudad también cierra, poco después de hacerlo El Zorro) para ser desterrado hacia espacios de lo más pintoresco o refugiarse en teatros. Ha tenido que dejar de lado la noche para acomodarse al horario del vermut y ha reinventado el ritual para mantener la conexión y la complicidad de una feligresía muchas veces cohibida por las circunstancias. Cancelaciones, bailes de fechas, incertidumbre devoradora, irritantes reestructuraciones de aforo, abandono institucional… todo parecía en su contra, pero siempre se ha tratado de una cuestión de supervivencia: insistir es existir. Por la parte que nos toca como público, también nosotros hemos atravesado esas malas tierras donde nada parecía atreverse a crecer. A quienes hemos seguido asistiendo a eventos musicales nos ha tocado sentirnos vigilados, pastoreados, ordenados en cuadrículas y azarosos ajedrezados, amarrados a butacas y sometidos a imaginativas y desconcertantes distribuciones de entradas y espacios. Por eso no pudo haber mejor noticia cuando, hace pocas semanas, se confirmó que para el show de Loquillo en el Pabellón Príncipe Felipe de Zaragoza no habría restricciones de aforo y que el público podría estar de pie en la pista.

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Loquillo y Zaragoza… Como jugar en casa

Zaragoza, Pabellón Príncipe Felipe. 1 de diciembre de 2018. 

(Texto y fotos de Jesús Gella Yago)

Es de sobra conocida la afición por el baloncesto de Loquillo, demostrada por su declarada predilección por los Boston Celtics, como patrocinador del Easo Saskibaloi Taldea de Guipúzcoa, en aquellos primeros saltos (que no pasos) como escolta en el Cotonificio de Badalona de Aíto García Reneses y Andrés Jiménez allá por los 80s, y con su amistad con Epi o Roger Esteller, el Tigre de Sants. El conocimiento y práctica de este deporte es lo que últimamente le ha llevado a comparar el rock and roll con el básquet, afirmando que ambos son una cuestión individual que se juega en equipo. Es por ello que durante las últimas décadas el Loco ha dado la cara como solo él sabe hacerlo mientras los fichajes y los secretos de vestuario conformaban la impecable, sólida y espectacular banda con la que se plantó el pasado sábado en el Pabellón Príncipe Felipe de Zaragoza; precisamente el día del 35 aniversario de que el CAI Zaragoza se proclamara Campeón de la Copa del Rey frente al Barcelona.

Todas la piezas encajaban pues (personal, artística, conceptual y sentimentalmente hablando), con una precisión incuestionable en este espectáculo: lo hicieron con ese ¡click! tan satisfactorio que indica que las esquinas y aristas no se han desgastado, que el tiempo no ha hecho mella, que la estructura sigue firme y que, en el momento de celebrar 40 años de Rock and Roll Actitud, hay ilusión de sobra para no ceder a vientos ni oleaje.

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Loquillo 40 Aniversario: toda una vida

Auditorio Rocío Jurado, Sevilla. 5 de octubre de 2018.

(Texto y fotos de Jesús Gella Yago)

José María Sanz, Loquillo o el Loco para usted y para mí, celebra 40 años sobre los escenarios. Un aniversario enorme y del que pocos (¿nadie, quizá?) pueden presumir en nuestro país. Menos todavía de alcanzarlo sin interrupción en la dinámica disco-gira y, desde luego, nadie con la dignidad y repunte de popularidad que Loquillo ha conseguido en la última década. Un momento dulce para un rocker y una banda que, en las primeras filas de sus conciertos, congrega ya a los nietos de aquellos padres vigilantes que lo miraban tan mal en uno de aquellos himnos primigenios (y ya intergeneracionales), El ritmo del garaje.

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Johnny Cash. Dolor y redencion

(Texto y fotos de Jesús Gella Yago)

Well, you wonder why I always dress in black / why you never see bright colors on my back… (Johnny Cash en The man in black, 1971)

I hurt myself today / To see if I still feel / I focus on the pain / The only thing that’s real… (Johnny Cash en Hurt, 2002)

Won’t you help to sing / These songs of freedom? / ‘Cause all I ever have / Redemption songs… (Johnny Cash con Joe Strummer en Redemption song, 2002)

Johnny Cash cantaba sin artificios.

Su voz era tan grave y severa como su vestuario habitualmente negro. Pero sin alterar su reciedumbre ni parecer impostada en su intención, también podía sonar pícara, preceptora o solemne. Capaz incluso de embaucar (por ejemplo con A boy named Sue), agitar (con I got stripes o Cocaine Blues) o emocionar (con Green green grass of home o Greystone Chapel) a los presos de las penitenciarías estatales en las que actuó en varias ocasiones.

Johnny Cash, desde sus inicios en los estudios Sun de Sam Phillips en Memphis, cantaba con la calma natural de un árbol que tiende sus raíces en tierra dura y cubierta de polvo. Sin pensarlo, simplemente haciéndolo. Por necesidad e instinto. Cash construía sus canciones a fuerza de vida (y no de una vida fácil precisamente), y las compartía con prístina sinceridad.

Sin embargo, aún podía alcanzar un grado más de pureza. Entrado ya en sus sesenta, la corteza del árbol empezó a desprenderse en las sesiones producidas por Rick Rubin para American Recordings. Hasta que en 2002, visiblemente castigado por la enfermedad, Johnny Cash nos mostró el alma en toda su desnudez.

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